07 noviembre, 2010

Fantasía.



Y ahí mismo, me besó.
Bueno, no fue exactamente así, me he saltado muchísimos detalles, transcurridos a lo largo de seis años, pero ¿qué importa?, estamos aquí y ahora.
Tan despedazada y adolorida como me encontraba, sólo bastó con el cariño que tanto ansiaba para derrumbar todas mis barreras.
Aquella mentira que me repetí tantas veces intentando convencerme, casi termino por hacerlo, hasta ayer.
Siempre tan preocupado, tan caballero, su mirada me desconcertó varias veces, incluso me deslumbró, debo admitir.
Le había incitado a mantener ciertas apariencias, que, aunque no fueron muchas, no sirvieron de nada a la hora de no levantar sospechas.
Todo el mundo sabía en lo que estábamos.
Y nosotros también sabíamos que lo sabían.
Pero no nos importaba nada.
De hecho, realmente no me importaba nada.
Sólo lo quería cerca, y me dolía mucho decirle que no se acerque tanto cuando estábamos en público. Me partía el alma leer sus expresiones.
Él también entendía mi posición, pero se moría de ganas de acercarse, y yo también, pero cada uno se quedaba en su lugar, mordiéndose la lengua.
Pero fue perfecto.
Me abrazó bajo los rayos enceguecedores del sol, tan fuerte como que nunca me dejaría ir.
Me susurró al oído cuánto me quería, y me besó la oreja.
Fue como la manzana prohibida.
Que, de hecho, no tenía ni una gota de prohibida.
Pero no se por qué me sentía un poco culpable.
Debe haber sido por la encuesta que más tarde me tendió él.
Pero en ese momento, no me importó.
Caminábamos muy juntos, tan cerca, y aunque había mucha gente, lo escuchaba claramente.
Me enraizó en sus brazos y me detuvo lentamente.
Acercó sus labios a mi oído y susurró.
Su pregunta realmente me encontró desprevenida.
Creo que él pensó que yo fingí mi sorpresa, pero realmente no me lo esperaba.
Me giró lentamente, hasta que quedé frente a él.
Sentí una chispa en mi mirada, y en la suya también.
Sentíamos exactamente lo mismo en ese momento.
Junté mi cabeza con la suya, disfrutando cada segundo.
Él sabía mi respuesta, y yo también.
Me rendí, y le respondí.
Él sonrió, vencedor.
Su sonrisa era tan hermosa.
Nos miramos a los ojos, y pude ver que era tan feliz como yo.
Luego, me acarició la mejilla y sus labios se acercaron a los míos.
Se me cerraron los ojos, y dejé que me llevara la corriente.
Lo besé y sentí su aroma, sentí su piel cálida, sentí todo.
Por un momento, fui consciente de cada célula que estaba en mi cuerpo.
Fue perfecto.
Fue el beso más perfecto.
Y justo en ese momento, nos interrumpieron.
Entre risas y vergüenza, nos volteamos a ver quién era tan insistente.
Dios, no esperaba que ese hombre estuviera ahí.
Pidió que le siguiéramos, de inmediato.
Obedecimos sin chistar.
Entramos a su oficina, y cerró la puerta tras de sí.
Sólo dijo unas pocas palabras, concisas.
"No es malo, sólo es malo el momento y el lugar".
Ambos asentimos.
Era el vice-rector del colegio.
Nos despachó y salimos en silencio.
Se sentían exactamente como el momento y lugar perfectos para mí.
Cuando estuvimos solos, nos despedimos.
Me miró, todavía un poco avergonzado, y me dio un beso corto.
Lo miré irse, casi escondida, y me alejé con una sonrisa flamante en mi rostro.
Parecía, realmente, una fantasía.

Presión.



Semana difícil.
Todas las paredes parecían cerrarse sobre mí.
Todos esperan algo y yo he de dárselos, ¿no?.
Pues no, no es así.
Aquí, el control lo tengo yo.
Así es.
Empezando por él.
¿Cuál será su afán de seguir con estas encrucijadas?
No les hacen bien a nadie, especialmente a él mismo.
Me exige explicaciones que no le debo.
Me hace preguntas que no debería responder.
Sólo lo hice por el respeto que en realidad no te debo, por el que tú tampoco me respetaste.
Pero aún así lo hice.
Así que, sigue tu propia advertencia, o mas bien dicho amenaza, y "no abuses de la tolerancia que voy a tener contigo".
El asunto acaba aquí mismo.