29 septiembre, 2010

Curiosidad.

































Ojos delatores.
Miradas furtivas van y vienen.
Mi mirada enjaulada, llora sola en su prisión de aire.
Se amarra a sí misma a cadenas que sabe que no romperá.
Pone letreros en territorio que sabe no pisará.
Se muerde la mano antes de tocar el pecado.
No sabe controlarse, ni cómo liberarse.
Grita y se deshace en lágrimas.
Luego, enardecida, se reprocha su cobardía.
Entierra sus esperanzas, sus anhelos, que ahora encuentra irrelevantes.
Con otra mirada vehemente lo exhorta a responder.
Los ojos indiferentes captan el mensaje y prefieren ignorarlo.
Se regocija la satisfacción que le produce ser observado.

Jura.
Jura y jura.
Por favor.
Por favor cumple tu palabra.
Es todo lo que pido.
Todo lo que ansío y añoro.

10 septiembre, 2010

Gruñidos.



Los veo.
Lo desean tanto.
Es tanta la rabia que tienen.
Sólo quieren matarse el uno al otro.
Hago preguntas que ambos responden.
Y yo no sé que hacer.
El peso se va hacia un extremo y deja a uno en la cima y al otro bajo tierra.
Inconcebible.
No mientras esté en mis manos.
Es sólo que... es tan difícil hallar el equilibrio entre ellos.
Rozan constantemente, y yo intento calmar las aguas, pero no creo que ninguno de los dos aguante mucho más.
Simplemente agua y aceite.
Cada uno trata de acercarse a su manera, y el otro gruñe instintivamente.
Me imagino sus colmillos a la luz, y ellos disputándose lo que no deberían.
Un día, uno se volteará y me morderá tan fuerte...
Esto también es mi culpa, yo permití esto.
¿Cómo dejé que esto pasara?


02 septiembre, 2010

Cortejo.



Qué hermosa época es la del cortejo.
Llena de sensualidad y también de curiosidad.
Ambos deseosos de saber quién llega más lejos.
Todo da cosquillas, todo es inesperado, inolvidable.
Todo sabe dulce.
Es la mejor época de todas, nunca debería acabarse.

Siendo el amor una conquista, parece perder valor al ser capturado.
Ya que al verlo más de cerca, puede que no se vea tan atractivo como parecía más de lejos.
Pero en otros casos, la presa, mientras más cerca, más atractiva se ve, y el amor parece escaparse por los poros, lejos de poder esconderse, extremadamente indefenso y evidente.
En estos casos, el cortejo nunca acaba.
Pareciera escaparse involuntariamente en cada palabra, cada gesto, suspiro, movimiento y decisión.
Es lo más tierno de todo.
El no poder esconderlo.
El tener el palpitar desenfrenado e inextinguible, de una necesidad incontrolable que se alimenta de cada pensamiento, deseo, sueño que abruma la mente. Cada mirada, movimiento, abrazo, beso, debe encontrarse inmerso en esta necesidad que tan vehementemente alimento.

Ay... el cortejo.