13 febrero, 2015

Silencio.


No quise ser precipitada.
Quería escribirlo desde hace semanas, pero pensé que esto quizás decantaría.
No lo hizo.
Me dio tiempo para pensar.
Caminé por días pensando y lo único que podía sacar en limpio era que deseaba vivir más lejos del centro de la ciudad, para poder pensar más tiempo, caminar más tiempo.
Has tenido una transformación brusca y agresiva. No física, sino psicológica.
No tengo idea de qué virus se apoderó del sistema operativo de tu cerebro y decidió que era hora de enfrentarse a todos y cada una de las personas que no te encuentran un cien por ciento la razón.
No quiero empezar denigrando tan temprano en una entrada, así que me restringiré un poco.
Cada persona que ha tratado de sacar algo de razón o cordura de tu cabeza ha sido insultada o abofeteada.
Quizás ahora mismo dirás no está hablando de mí porque yo no he golpeado a nadie.
Bueno, quizás ahora deba reírme con ganas.
Tal vez no lo hiciste sobrio, para acordarte con detalles del hecho, pero qué va, eso no significa que no haya sucedido.
Lo que encuentro más irrisorio es tu manera de hablar mal de ellos, los que ahora son tus enemigos, vía redes sociales y con un texto bien editado, para que no digan que vives alcoholizado y que aún posees cordura, sólo que ellos no lo ven.
Quizás no debiera reírme tanto.
No caigas en la estupidez.
Aún tienes tiempo para ver, como yo, que no es la actitud de no me importa la opinión de nadie sobre mí la que te está llevando a esto, sino tu actitud defensiva, innecesaria y sobre actuada sobre tu estatus.
A quién le importa. Es verdad.
Pero no te confundas, eso no significa que hay que mandar al mundo a la mierda.
No caigas en la estupidez.
O más bien, sal de ella.
De paso, acentúas características de tu personalidad que apenas aguantaba, por lo cual, ya ni siquiera me dan ganas de verte.
Que más da, dices ahora. Pues me alegro de que sea así, así estamos ambos en la misma página.
Cuando se te pase tu berrinche podemos volver a hablar como personas normales.
No soy la única, por si acaso.
Sabías que él estaba cerca mío, y fue él quien dijo: Qué va, ahora me caen mal mis amigos de toda la vida.
Lo miré y le encontré toda la razón.

Ahora de ti, amiga.
Sabes, lo he pensado mucho.
He sido muy egoísta contigo.
No puedo pedirte lo que te pedí.
Quizás debiera elaborar más al respecto, pero me agota.
No estoy enojada, no tengo derecho a estarlo.
Ni molesta.
Tampoco es que me sea indiferente, sé que debí llamarte ayer.
O anteayer.
Pero me agota hablar.
Estoy cansada de todos.
Es agotador tener que escuchar qué sale de la boca de alguien y tener que elaborar una frase apropiada para responder y borrar el silencio.
Prefiero el silencio.
Quiero irme de acá.
Todos gritan innecesariamente.
Quiero un poco de silencio, no creo que sea realmente mucho que pedir.
Amiga, haz tu vida.
No le des explicaciones a nadie, menos a mí.
Es lo que amas y te entiendo.
Sólo quisiera que los veranos fueran distintos a esto.
Quiero irme.
Aquí no hay silencio.