30 diciembre, 2011

Silencio.


Podía haber dicho muchas cosas.
O sólo abrir la boca, en realidad.
Pero la verdad es que me sentía mejor sin moverme.
Sin mirar nada en especial.
Sin pensar en algo en específico.
Sin hacer absolutamente nada.
Pero no podía quedarme sin pensar por mucho tiempo.
Mi cabeza rebobinaba y volvía a reproducir momentos completos en mi cabeza, imitando al pie de la letra las expresiones y gestos que él ocupaba, las palabras que ella me dijo, las miradas que me dieron, todo.
Lo veía todo corriendo nuevamente frente a mis ojos.
Y sin saberlo, había pasado una hora.
Y no me molestó en absoluto.
Y no me preocupó para nada.
Sólo... seguí viviendo eso de nuevo.
Y de nuevo.
Y de nuevo.
Hasta que llegó ese momento.
Aquel del que nunca he hablado con nadie.
Aquel que bloqueé en el lugar más cerrado de mi cabeza.
Aquel que me obligué a olvidar por más de 10 años.
Ese momento.
El corazón me latía fuertemente.
Sentía que alguien se sentaba en mi pecho.
No podía mover mis manos.
Con suerte respiraba.
Y así lo viví nuevamente.
Pasó completo frente a mis ojos.
Hasta que ocurrió algo que yo no recordaba.
Algo que cambiaba bastante las cosas.
Recordaba mis pensamientos de ese entonces.
Podía recordar perfectamente lo que me cruzaba la cabeza en ese instante.
Y entonces caí en cuenta de que quizás lo había etiquetado mal.
Quizás yo era muy pequeña para entenderlo.
O quizás él creyó que yo lo era y que no lo recordaría después.
Pero lo que sí recuerdo es que... me escondí.
Me escondí hasta que se fue.
Lo podía escuchar llamando mi nombre.
Pero me tapé los oídos.
Y podía escuchar mi corazón desbocado.
Las manos me temblaban.
Y temblaron hasta que me quedé dormida.

Esa fue la última vez.

Pero es este silencio que a veces me consume el que me lleva a esconderme.
Mi corazón ya no corre ni grita, ahora sólo dice: "ya pasó".
Sólo tú y yo sabemos esto.
Nadie lo sabrá de mi boca mientras viva.

Sólo quiero borrar ese recuerdo.
Quiero sacarlo, arrugarlo, romperlo, matarlo, quemarlo.
Pero este silencio maldito me lo susurra todas estas noches.
Me susurra: "Él ya se olvidó".
Sí, es cierto.
Él ya se olvidó.
Pero yo aún lo recuerdo todo.

22 diciembre, 2011

Blanca.

































Puede que ellos no te entiendan.
Pero puedes sentirte mejor al pensar y saber que yo sí.
Tu opinión es algo que aprecio y valoro de sobremanera últimamente, especialmente porque siento que has crecido mucho, y me siento orgullosa de ello.
Eres como... eres como un aura blanca que intenta iluminar y engrandecer lo que hago.
O quizás no lo intentas hacer, pero de cualquier manera resulta más blanco que de costumbre.
Y se debe a ti.
Hay algo... blanco sobre ti, que sólo me sigue y sigue sorprendiendo.
Ya ni siquiera puedo predecirte.
Ya ni siquiera tengo que tratar de que las cosas se den.
Simplemente ocurre.
Y todo es blanco.
Todo es blanco contigo.
Me haces parecer buena.
Como si en realidad lo fuera.
Pero tú si que eres blanca.
Sólo que aún no lo dimensionas.
Cuán blanca...

20 diciembre, 2011

Déjenme.


Déjenme aquí, no quiero nada.
Déjenme aquí.
Nada me falta aquí.
Nada de nada.
Vivo del agua y de nada de nada.
En este lugar nada me falta.
Duermo y me revuelco en esta cama de agua que me hiciste.
Donde mudo mis ropas.
Me mudo completa y me nacen mis alas.
Estas alas que casi son aletas.
Nado, duermo y me revuelvo en esta cama de agua.
En esa cama donde no me falta nada.
Déjenme aquí.
En esta cama donde me convierto en un pez.
Un pez y un ave.
Un ave y una mujer.
Aquí donde soy todo y nada.
Y tengo de todo y nada.
Nada me falta.

No.
No es cierto.
Tú eres un pez también, pero no nadas en esta cama.
Intentas convencerte a ti mismo de que eres un ave.
Pero eres ambas cosas.
Hasta que aprendas a nadar y volar tendré que dormir sola.
Dormir sola, nadar sola y volar sola.
Sola en esta cama de agua.
Donde solía no faltarme nada.

18 diciembre, 2011

Juego.

































Juegas conmigo.
Pero no sé si juegas en serio.
Yo juego por jugar, pero me estás empezando a confundir.
No hagas como que no sabes de qué hablo.
Juegas y lo sabes.
No me tomes la mano si no lo haces.
Pero me la tomaste fuerte, y entre cada dedo mío pusiste uno tuyo.
Esto es un juego y en los juegos el perdedor es un caballero.
Retírate ahora si no vas a jugar limpio.
No quiero que me intentes confundir.
Las reglas son claras.
Juega limpio o no juegues.
Ahora, por favor, dime: ¿qué recibo si gano?

Sincera.

































Sentía como si no conociera a nadie.
Como si en verdad cada uno tuviera su propia vida aparte de la que muestra, y que esta era la única oportunidad en la que nos íbamos a escuchar mutuamente hablar sobre nuestras burbujas personales.
Al menos voluntariamente.
Sentía como si cada uno estuviese al borde del llanto.
Yo lo estuve un par de veces.
Hablando y escuchando.
Pero lo que más me causaba estupor era entender y darme cuenta de la capacidad que teníamos todos y cada uno de mantener todas nuestras peleas, angustias, rabias y dolores en nuestras casas, en nuestras piezas, y llegar a juntarnos totalmente desinhibidos, despreocupados y relajados.
Me sentí en confianza.
Me sentí digna.
Como que ellos iban a decir algo importante y que era privilegiada al poder escucharlo de sus bocas y no de terceros.
Me sentí cómoda.
Sentí que dejaba algo allí, una prenda.
Algo que ahora ellos se ponían.
Ahora ellos llevaban mis ropas, y yo ya no tenía que cargar con eso que me guardé por tanto tiempo.
Sentí que me entendían.
Y sentí que yo los entendía a ellos.
Sentí que los quería.
Y que ellos me querían a mí, a pesar de lo que no diga, de lo que no muestre, lo que no sienta, de mis secretos, a pesar de todo y de nada.
Me querían.
Eso sentí.
Fue grandioso.

Aquí.


He vuelto.
Acá, a mi casa.
Principalmente, creo que sólo he vuelto.
Mi casa ha mutado.
O quizás sólo se deba a la emoción del momento.
Aunque realmente lo dudo.
Me siento acogida en una forma diferente.
Y eso es bueno.
Es bueno porque esperaba eso hace tiempo, y ahora finalmente se consuma.
Se siente bien volver.
Volver aquí, al sur.
Volver a la brisa ligera.
Volver a la lluvia torrencial.
Volver al olor a pasto.
Volver a la humedad.
Sí, se siente bien volver.
Aunque se siente mejor extrañarlo.