15 diciembre, 2016

Encandilada.


Ella me cree encandilada.
No sé si no me ha estado escuchando los últimos meses o si simplemente piensa que soy necesitada.
Sentí una puntada de dolor en el pecho cuando me di cuenta de que mis avances eran en verdad mínimos comparados con lo que ellos aún mantienen y mantendrán a futuro, pero me recompuse rápido para no darle más vueltas al asunto.
Los dos piensan lo mismo, eso me quedó claro.
Ahora, ¿qué se supone que debía hacer entonces?
Tú no logras ver las cosas como yo porque nunca sentiste lo mismo y decidiste además nunca comentármelo, pero yo sí pasé y viví esta decepción, amargura, auto-cuestionamiento, re-validación y duda nuevamente.
No puedo conversarlo contigo porque aún estás enrabiada al respecto.
Te sientes utilizada y lo venías sintiendo desde hace mucho, así que cualquier comentario que haga al respecto va a ser recibido por parte tuya como debilidad y poco auto-respeto.
No puedo más que decirte que estás equivocada, el dolor aún vive conmigo y tengo demasiado orgullo en mi cuerpo como para dejarlo pasar, pero además, tu rabia te impide ver a los demás con un grado más de objetividad y lógica, y los reduces a objetivos muy sencillos y ridículos que no dan sentido a tu narrativa ilusoria.
Mi sentido de la educación es algo que no consideraría perdido jamás y me lo he demostrado ya dos veces a mí misma esta semana, pero además me he dado cuenta que el cliché se confirma, y no es sano para uno vivir con rencores eternos.
Nadie puede superar las cosas antes del tiempo debido, pero el tiempo debido no debe prolongarse más de lo debido, redundantemente.

A veces siento que tú piensas que estás ahí para mí sólo cuando los demás me fallan, cuando la situación no es así en absoluto.
Eres la persona incuestionada, pero decidiste someterte a ti misma a escrutinio.
Y de nuevo, como decides no conversar de los temas que te atormentan de a poco, nunca logro determinar realmente cual es tu estado mental respecto a estos tópicos y quedo en la nebulosa hasta que algo termina por explotar.
Necesito que aprendas a hablar antes de explotar, porque si no lo haces, no puedo saber cuándo necesitas una disculpa.

Le conté lo que había hecho y dicho, y me miró sorprendido, felicitándome.
Luego me preguntó si hubiese tenido el mismo trato con ella.
Lo pensé un par de segundos.
-No -respondí.
-¿Por qué no? ¿Por qué haces esa distinción con ella? -me preguntó ahora.
-Porque sé que ella tiene a otras personas, esas por las que... -me callé justo a tiempo.
Me quedó mirando y me dijo como un robot antes de irse:
-Ustedes tienen que perdonarse. Ella aún te quiere en su vida.
Y yo me quedé mirando la puerta y escuchando el eco de sus pasos al alejarse.

Intenté que fuera el paseo más suave de la vida.
Que fuera tranquilo y acogedor, para que ella se sintiera tranquila y acogida.
Rompió en llanto varias veces, le tiritaban las manos y movía sus brazos sin saber dónde ponerlos.
Traté de mostrar empatía sin caer en la mirada compasiva que hoy en día todos odian, porque no quieren la limosna ni la pena de nadie, y creo que lo logré.
Intentó poner los puntos sobre las íes en varios temas y reafirmarse a sí misma sobre varios otros.
Di lo mejor de mí.
Pero también vi un poco más a través de las trizaduras de su cara, su cuerpo, sus manos.
Se duda completa, todos los días, pero creo que eso lo tiene claro.
Está muy decepcionada de todos, pero especialmente de ellos, que la velan, y no sabe cuándo, cómo ni por qué pasó todo lo que pasó.
Tiene un miedo terrible a quedarse atrás, pero le teme aún más a seguir avanzando.
Pero lo que más me tocó a mí fue que me dijo que nunca vierto nada.
Tuve que pensar por cinco minutos completos qué responderle.
Finalmente traté de atribuirlo a mi humor y que muy pocas veces me van a ver llorar por algo o alguien porque no lidio públicamente con las cosas.
No podía decirle que no las lidio con ella.
Porque siento que en el momento en que me vuelvo vulnerable para todos ellos, les doy un poder para maltratarme en la peor manera, poder que no estoy dispuesta a entregar.
Nunca me van a ver hablando públicamente sobre por qué yo y mi papá no nos soportamos por más de 2 días, o sobre por qué ya no me gusta ir a mi casa, o sobre qué fue lo que me pasó hace 17 años porque yo no lidio con las cosas así.
Me siento violentada cuando me obligan a compartir y menosprecian mi afecto porque no va acompañado de confidencias.
Me dan ganas de decir, Si eso es lo que piensas, ahí está la puerta, pero ese tampoco es el mantra en el núcleo de mi corazón.

Me sorprendí escuchando dos veces en el mismo día la misma necesidad imperativa de afecto y comprensión en calidad de urgente; y yo mirándolas sin poder realmente entender qué pasa por sus cabezas y de dónde se origina esta sensación de soledad y desamparo inagotable.
Y después me preguntó de él como quien no quiere la cosa.
Ella también está enamorada.
Sólo que aún no quiere admitírselo a nadie, quizás ni a ella misma.

Veo tu anhelo y me dan ganas de animarte pero, cómo hacerlo si yo ya me rendí y él está feliz así.

Recordé rápidamente cómo hace tres horas, en otro lugar, y de otra boca, escuché, muy objetiva, me había hecho notar que la culpa había sido de ambas, por no intentar enmendarlo.
Y luego a él hablándome de madrugada, haciéndome sentir especial, como yo creía que era; pero ahora entiendo que era sólo brillantina que ya se me despegó del cuerpo.
Sé que la culpa fue de ambas.
Pero no siento que deba pedir perdón.
Le dije que iba a intentar entender qué pasó realmente, preguntarle, terminar todo.
Pero no creo que lo haga.
No ahora que encima de todo tengo que fingir muchas cosas a diario.
Este cerebro no se apaga jamás.
Todo el día y toda la noche repite esta historia ya vieja y repetida.

Déjame seguir.

28 noviembre, 2016

Cuatro.

Taya Iv

Él es todo lo que parece ser y lo que no, también.
Habla tan calmado como uno lo imagina, y cuando se enoja, suena exactamente como uno cree.
Te mira con buena fe, aunque insista en que ya no cree en lo bueno de las personas.
Sus ojos relucen exactamente del color del caramelo a la luz, y las orillas de esos luceros se arrugan justo como uno espera que lo hagan.
Su pelo se ve liviano y fino, a pesar de que nunca me haya atrevido a tocarlo y de su insistencia por cortárselo cada vez más.
Cada vez que creo que lo conozco entero, me muestra una cara cien por ciento inexplorada, sólo para que intente definir de nuevo qué clase de persona es en realidad, pero nunca logrando indexarlo en una sola caja, sino cuatro.
No tiene miedo a defender las cosas en las que cree, incluso si tiene más que claro que nadie más las comparte, con orgullo de que lo hayan convertido en la persona que es hoy día, pecho levantado y las manos empuñadas a ambos lados.
No reniega de nada de lo que es como persona y de los que lo sustentan, admitiendo abiertamente las cosas que le encantan y las que odia de ellos.
Se jacta de ser muy cerrado, pero invita a todos a acercarse con cada palabra que dice.
Es leal a más no poder, a pesar de que intente que nos riamos del tema y lo sé porque reconozco esa misma lealtad inquebrantable en mí, escondida tras sarcasmo y más chistes.
Sigue decepcionándose de las personas todos los días aunque repita que se rindió con todos hace mucho tiempo, y vuelve a intentarlo al día siguiente.
Le encanta hacer las preguntas importantes en los momentos menos oportunos, cuando no hay tiempo para que le responda y lo sabe, sólo para verme con el cerebro en pausa y la boca abierta, pensando en qué debería contestarle.
Se preocupa de cómo los demás lo ven más de lo que admite, no guarda más secretos de los que dice, siempre quiere que le digas más de lo que le estás diciendo y sabe perfecto cuando estás mintiendo, aunque nunca me lo haya dicho a la cara.
Tiene un cuarto de la paciencia que dice tener, y ahora mismo, le encantaría decir lo mismo de mí.
Se fija cuando uno no cree que está poniendo atención, y todas y cada una de las microseñales que hace y que él cree que nadie percibe significan algo distinto y lo mismo al mismo tiempo.
Qué más puedo decir, excepto que me lo imaginé todo y nada, porque a veces la respuesta es sí y otras, a la misma pregunta, es no.


¿Quieres saber lo primero que noté?
¿Cómo me di cuenta?
Un día noté que tu barba se veía de lo más suave que hay.
Y en ese momento, supe que me había ido al carajo.
Sin vuelta atrás.
Me reí en mi cabeza y repetí varias veces.
No, no, no, no, no, no.
No, no ahora, no ahora, no ahora.

En lo que he pensado...
Sabes que no voy a decir nada, así que ya no me quedan más opciones que esta.
Cuatro años viviendo aquí, esperando que aparezcas.
Ya llevo demasiado encima.
A ver si puedo abrir tus cuatro cajas, para que puedas reunirte e ir a donde quieres ir.
Porque no puedo seguir reteniéndote cautivo en mi cerebro para hablar de ti a cada parte que voy.
Ni aquí, ni en ninguna otra parte.
Esto es todo.


20 noviembre, 2016

Inadecuada.

David Talley

Siento que te extraño todos los días.
Cuando te veo y cuando no te veo.
Cuando te miro y me miras de vuelta y cuando no también.
Me siento inadecuada la mayoría del día.
Que digo lo equivocado, y me persigue el resto del día.
Que no puedo enmendarlo, y me persigue el resto del día.
No soy lo que estás buscando, termino por convencerme.
Y después nos vemos de nuevo y me siento incapaz de rendirme.

Te pienso constantemente.
Como un pequeño mantra que mi cabeza repite sin parar.
Luego, me da miedo.
De que todo se arruine, de que ya no te vea, de que ya no te hable.
Y me contengo.

Hablas como si en verdad no supieras.
¿No me ves latiendo frenética al lado tuyo?

Me miro al espejo y ya no sé si soy la misma persona.
No me siento igual.
No sé quién es ésta.





Tenía razón.
Tenía toda la razón.
No sé por qué me dejo convencer.
Tenía la razón.
Ya no quiero hablarte de él.
Cada vez queda menos, me rezo a mí misma.
Cada vez queda menos.
Entre suspiros.
Entre dolores de pecho.
Entre temblores de mano.
Entre ojos evasores.
Me empiezo a sentir partida.
Dos mitades caminando a la par.
Me comienzo a sentir herida, sangrante a tajo abierto.
Palpitante de dolor y pena.
Comienzo a sentir como mi sangre se queja.
Cada vez queda menos.
Cada vez queda menos.

Cada vez queda menos.

07 noviembre, 2016

Auto-preservación.


Lo dije en voz alta y me sentí morir.
¿Por qué me afecta tanto esto?
No lo puedo entender.
Ese sueño me había dado la oportunidad de atar cabos sueltos y decir lo que he querido decir desde que pasó todo, pero en vez de eso, me desperté sintiéndome peor, como si en realidad hubiese pasado.
Como cuando te enmierdas con alguien y quedas enmierdado todo el resto del día.
Esto me había podrido por dentro y no sabía cómo arreglar algo que ni siquiera había pasado.
Cada día que pasa me enojo más y más contigo.
No sé cómo te pude juzgar tan mal.

Siento que ahora se están invirtiendo los roles y yo paso a ser la villana.
O ser vista como ella, al menos.
Este es mi sentido de la auto-preservación gritándome que corra.





Y ahora comienzo a fallar.
Glitchear, permanente pero silentemente, sin que nadie se percate aún de la locura en la que estoy cayendo desamparadamente.
No entiendo nada y lates en mi retina todo el día, sin que pueda evitarlo.
Hace demasiado que no me sentía así.
No me acuerdo.
¿Me estoy imaginando esto?
En verdad no lo sé, vivo con la duda.
Vivo con la duda, a todo momento.
Mi auto-preservación se fue corriendo cuando hacia dónde iba esto.
Vivo con un dolor de estómago noche y día.
Vivo con la duda.

20 octubre, 2016

Venció.


Y me he encontrado a mi misma teniendo que volver a aquí con más frecuencia que antes.
No porque no pueda hablarlo, sino porque aquí no hay que explicar nada a nadie.
Estoy cansada de tener que explicarme, justificarme, pedir disculpas.

Cuando me di cuenta ya debo haber llevado unos 15 minutos mirando a la pared.
Ese pequeño cuadrado blanco y negro.
Su nombre en la esquina y la fecha de hace dos años.
No sentí el alivio de haberlo hablado con alguien incluso cuando lo hice, sólo me senté sin planearlo, reviviendo todo lo jocoso buscando un recuerdo amargo de advertencia que no pude encontrar, incluso culpándome por mi estupidez al no poder hallarlo, revivirlo y re-analizarlo una y otra vez.
Para mí no se hizo palpable hasta ayer, con cuatro personas mirándome de reojo y luego de frente.
Sentí que sudaba de incomodidad y que el corazón me latía en las orejas.
Un revoltijo en el pecho y de nuevo esa sensación asquerosa de culpabilidad injustificada.

Lo hablamos y hablamos y hablamos y pensé.
Aquí es dónde y cuándo se resuelve todo.
Pero de nuevo me descubrí a mí misma con el zumbido en los oídos y el agotamiento.
Nunca he tenido que lidiar con estas cosas.
No mientas.
Ha pasado demasiado.
Ya ni siquiera me acuerdo de cómo lidiaba con esto en el pasado.
Contigo ya ni me preocupo de esas cosas, simplemente pasan de largo.
No nos tocan.
Pero a ti si te pasa con otras personas, y a mí también.

Me dio pena pensar que somos exactamente lo que se necesita para vivir satisfecho, la contraparte, el complemento, que jamás se va a dar en la forma que necesitamos, que jamás calzará tal cual, que jamás, jamás, jamás se encuentra en vivo de la manera que uno espera.
Viendo esa caja blanco y negro, y luego quedando pegada al rincón que marcaba lo que yo no sabía pero que ahora no voy a poder olvidar nunca.
Su fecha de vencimiento.
Nació, vivió y venció.

Miré cuánto tiempo llevábamos ya hablando y pensé inocentemente.
¡Qué largo! No pensaba que iba a ser tanto.
Y luego me cayó la ola que tenías en stop afuera de mi ventana.
Estaba empapada cuando terminó, hirviendo en rabia, ya no te podía escuchar con el zumbido a todo volumen pitándome en los oídos.
Toda esa verborrea que no se de qué trató fue mi defensa y dolor.
Mi protegida está sangrando y yo la vengo a acunar.

No sabía que también te pasaba.
Hasta hoy.
Qué ganas de haber estado allí para haber roto lo que sea contigo.
A palos.
Pisarlo, como se merece.

Ahora, sin embargo, lo que encuentro más insólito, idiota e incomprensible.
Esta rabia ya disipada me deja un sabor absurdo en la boca.
Vergüenza.
No lo puedo creer.
Tengo una vergüenza inmensa.
Y no sé por qué.
Quizás por eso no puedo despegar los ojos de esta bendita pared.
Porque hay unos ojos que hice yo y los otros no, y esos ojos que no hice me miran de una forma que no sabía era posible.
Esa es la percepción que tiene de mi y me está mirando de vuelta.
Siempre lo supo.

Quisiera encontrar dónde quedó la ventana abierta que me está helando aquí adentro y cerrarla.
Encontrar dónde está el puñal y sacarlo de una vez.
No quiero sangrar más.

Me da vergüenza.

Luego me puse a pensar.
Sobre cómo me tiene que hacer sentir el que recién ahora, después de un año y medio decidas que el viaje será por mí, que no hay otro propósito.
¿Debería sentirme valorada una vez más?
Parché a mi protegida y ahora quiere agradecerme.
No tengo problema en recibir tu cariño.
Quiero que vengas y me laves la vergüenza que no puedo sacarme de la cara.
Que me digas a la cara que no hice nada mal.
Que me expliques por qué pasó esto.
Que me expliques por qué venció.

24 septiembre, 2016

Especial.


Y el otro día, me lo confirmaste todo.
Ni te diste cuenta.
Pero para mí, eras todo respuestas.
Todo este tiempo sentía que me quedaba atrás porque tú intentabas abrirte más y más, esperando que te entregue algo de mí para guardar, pero no podía darte nada.
Absolutamente nada.
A pesar de que te había dado algo hace tiempo, lo consideraste superfluo y no le diste el peso que tenía: yo nunca había mostrado eso a otras personas más que a él.
Pero no lo consideraste especial.
Me pedías más y más pedazos, entregándome partes tuyas en trueque, hasta que te di una.
Te di una grande, hasta ella lo vio.
Nunca hablo de eso con nadie, pero lo hablé contigo.
Pude ver que era lo que esperabas, que me abriera, y pensé "Quizás esto lo tranquilice".
Pero fue más, instantáneamente subí y me diste más.
Me incluiste en un subgrupo aún más pequeño, y me diste otro pedazo tuyo.

Pero empieza a hablar una voz desde el fondo de mi cabeza.

Un día lo tengo todo claro como agua de río, y después no tanto.
No sé si la culpa la tengo yo o tú.
No quiero ni contarle a ella ni decirlo en voz alta, pero lo he postergado tanto que siento que me empieza a ladrar la cabeza cada vez que lo pienso.
Esto es extraño.

Esto es extraño.

20 septiembre, 2016

Programada.


































Siento que perdí mi habilidad de ser empática.
La perdí como una muñeca en el supermercado y cuando volví por ella otra niña ya se la ha llevado.
Soy como un robot programado para sentarme frente a ti y hacer contacto visual cuando me hablas, pero con una certera falla para ser recíproca.
Sólo me quedo ahí, mirándote, mientras me abres tu corazón.
Mientras lloras y lloras.
Mientras hablas de tu familia.
Mientras te quejas de la vida.
Quiero decir "te entiendo", "todo va a estar bien", "esto no es el fin del mundo", "todo va a mejorar", "esto sólo es una fase".
Pero abro mi boca y nada sale.
Sólo te miro.
Y te miro y te miro y te miro.
Esperas algún signo de que sigo viva y escuchándote, pero no puedo entregarte ninguno.
Simplemente no puedo manifestar ningún tipo de emoción.
Y mi apatía se transforma en decepción y resentimiento por parte tuya.
Por no poder devolverte la mano.
O siquiera darte una oreja de verdad.
Pero esto es a lo que estoy reducida.
Soy un humano pre-programado, no puedo volver atrás.
Simplemente soy incapaz de reaccionar.
Siento esta infinita cantidad de "nada" todo el día, enmarcada por episodios de risa, rabia, tristeza y decepción de todo.
Pero más que nada, siento nada.
No siento absolutamente nada, todo me resbala.

04 septiembre, 2016

Tóxicos.


No me gustan estos amigos.
Estos que te están sonriendo y puedes ver cómo les salen tics en la cara de lo falsos que son.
Apenas te das vuelta ya están clavándole agujas a sus muñecas vudú.
¿Qué carajo pasó?
¿Cuándo empezaste a desearme mal?
Me gustaba más la fase en la que hacías como que me ignorabas, pero revisabas todo igual.
De vez en cuando escribías algo sarcástico y luego te retractabas con un "era broma".
Ahora simplemente ya no sirves de nada.
Ni de pantalla siquiera.
Si no quieres hacerte la confrontacional yo puedo ahorrarte la vergüenza y cantártelas toditas y cada una al frente de todos, y hasta ahí va a quedar todo.
Pero no pienses ni por un segundo que se me escapa aunque sea un cuadro de tu película mal dirigida de venganza.
Anda y habla mal de mí con todos.
Con lo que me importa.
Se quedarán los que valgan la pena y los que no, me harán un favor.
La puerta es ancha y está muy abierta.
Sólo te aviso que luego la cierro con pestillo, y no vas a volver a entrar aunque toques el timbre.

24 julio, 2016

Lejos.


Y de un momento a otro, me azotó la cabeza con una añoranza que no sabía que tenía.
Llegó a mi mente tan rápido y tan vívida, que dudé el estar despierta.
Me sentí allí, como quería estarlo, sentados como indios, frente a frente.
A un lado el sonido tranquilizante de las olas pequeñas volviendo a inundar un sector de arena más oscuro que el resto, y al otro, la gente caminando hacia el final de la costanera.
Sentados, me miraste a los ojos y sentí que ibas a decir algo, pero la vergüenza te hizo callar, y en lugar de eso tus mejillas se sonrojaron.
Me enamoré de ti de nuevo, justo ahí.
Me acerqué a ti y apoyé mi frente en tu hombro.
Me imitaste y formamos un pequeño capullo de extremidades y prendas.
Tal cual como antes solíamos hacer.
Giré mi cabeza, respiré tu perfume y luego te besé el cuello con ternura.
Luego lo hiciste tú, y de nuevo, subiendo por mi cuello, mi mandíbula, mi mejilla, el borde de mi boca y, finalmente, mis labios.
Te vi cerrar los ojos y los míos te siguieron.
Me besaste, aquí, allá, de nuevo aquí, más allá, una y otra vez, una y otra vez.
Me acunaste y me acariciaste el pelo, pude oír tu corazón palpitar contra mi oído, firme.

Volví a donde estaba, igual de bruscamente, buscándote a cada lado, con tu perfume aún en mi ropa y tu sabor aún latiendo en mi boca.
Tan lejos.
No me dejes sola.
Te quiero conmigo.

25 enero, 2016

Melancolía.


Esta casa me está intoxicando.
Sólo quiero dormir.

Y esta melancolía me sofoca.
Y creo que nadie me ve ahogarme.

Todos los días pido no tener que seguir viviendo contigo.
Y todos los días el universo me ignora. 

11 enero, 2016

Vuelve.


Y pensar que hasta ayer lo que iba a hacer era entrar acá y hablar, casi de luto, de este querido amigo mío que creía haber perdido para siempre.
Ya sabía yo que no había que creer todo lo que salía de su boca.
Qué manera de tergiversar la historia.
Como se dice, "La verdad está al medio", y no hay que fiarse de todo lo que nos cuentan.
Creo que más de alguno salió de esa casa convencido.
Convencido de que esta vez nos había abandonado para bien.
Para no volver a vernos.
Y su silencio hacía de cómplice para esta historia que no tenía más testigos.

Me daba pena, pero por sobretodo rabia.
Rabia porque es mi amigo y quería limpiar su nombre, pero no tenia ninguna noticia ni palabra de él desde hacía meses, por lo que no podía realmente ponerme en modo abogado con todos ellos.
Este hombre es por sobretodo sincero, por la flojera misma de tener que elaborar algún tipo de disfraz para encubrir las historias que cuenta, por lo que tiendo a confiar más en lo que sale de tu boca que de la de nadie más.

Nadie cree en ti ahora, amigo.
No creo que nadie lo haya intentado siquiera.
Me da pena pensar que si no hubiese buscado algún tipo de noticias por mi cuenta y muy vagamente, habría pensado que la mitad de su historia -o más- era cierta, y me habría vencido un poco más cada verano.

¡Llega rápido!
Te extrañamos, pero por sobretodo yo, ¡siento que no te veo desde hace años!
Vuelve rápido y demuéstrales que ella estaba equivocada.
Aquí te estamos esperando.