29 mayo, 2011

Curioso.


Qué curioso.
Ayer encontré una carta vieja de León.
Era muy bella.
De hecho, esa era la primera vez que él me escribía una carta.
Pero eso hace ya casi un año.
Es curioso cómo han cambiado las cosas.
Dudo que él piense algo bueno sobre mí ahora.
Todo está realmente destruido.
Y pensar... que la relación más larga que tuve, y la que me resultó realmente cómoda y confiable, terminó ardiendo más fuerte que todas las demás.
Terminó horriblemente.
Qué curioso, ¿no?

28 mayo, 2011

Miserable.




































Llegó, lo saludé y se sentó.
Intentó conversar casualmente con ellos.
Yo me senté, un poco aburrida, mirando mis manos.
Cuando levanté la mirada, él me estaba observando.
Le dediqué una sonrisa cortés y desvié la mirada.
Ellos fueron a la habitación contigua y nosotros nos quedamos solos.
Traté de iniciar conversaciones triviales, pero no se me ocurría nada.
Él se paró y se acercó, poniendo una mano pesada y cálida en mi hombro.
Cuando le miré me dijo:
-¿Qué te pasa, hija?
Me sorprendió su pregunta, y le contesté:
-Nada, abuelo.
Insistió, diciendo:
-No, te pasa algo. Dime.
No sabía qué responder, y dije:
-En verdad, nada.
Entonces su mirada cambió, y dijo:
-Nunca te había visto así.
Ese comentario me llegó como un balazo.
Realmente me dolió.
Le sonreí con nerviosismo y fui al baño.
No podía evitar pensar que todo era normal, nada ocurría.
Y entonces me di cuenta.
Todo era normal.
Me era normal sentirme miserable.
Me era completamente normal no sonreír en casa.
Me era total e irrefutablemente normal no sentirme feliz.
Y no lo sabía.
No sabía que me había conformado tanto.
No me había dado cuenta.
No había notado mi miseria hasta que choqué de lleno con ella.
Me golpeó con tanta fuerza...
No lo había notado.

09 mayo, 2011

Tregua.


Se veía incómodo, fuera de lugar, pero no le di importancia.
Días pasaron y el mensaje llegó.
Me sorprendía bastante, aunque nuevamente, nunca tanto, ya que suele usar esa vía para decirme cosas de las que no se atreve a decir en frente mío.
Simplemente dijo que se sentía mal por volver a tocar el tema, pero que era la última vez que lo haría.
Dijo que prácticamente había perdido 6 años de su vida, para luego recibir 3 meses de felicidad que aparentemente no valieron la pena.
Dijo que quiso volver al pasado y aceptar la invitación de irse con Lukas, cuando él se fue. Pero como ya vemos, nada de eso pasó.
Dijo que luego se dio cuenta de que esos 3 meses sí valieron la pena, y que nunca tuvo la oportunidad de darme las gracias por eso.
Dijo que por mucho que hablen, no va a caer en el juego. No quiere nada más que apoyarme y ser mi amigo.
Dijo que lamentaba haberme hecho sufrir.
Eso dijo.
No lo respondí porque la verdad me dolía la cabeza de solo volver a tocar el tema.
Aún así no sé si hoy habrá creído que no la leí.

Este es el momento en el que me alegro.
Me alegro de que Eduardo pueda tener una vida, ya que conmigo nunca tuvo esa vida.
La vio venir, la vio suya, pero nunca lo fue.
Fue un sueño, sólo una ilusión, un deseo de lo que él quería que fuera.
Al parecer yo sin querer, se la destruía.
Y así es como son las cosas.
Nunca iba a tener una vida, y ahora sí.
Esto es lo sano.
Cada uno solo.
Aunque la verdad, espero que él no esté solo.
Espero que mire a esa niña y le diga lo que siente.
Espero que esa niña lo mire y piense lo mismo.
Espero.
No puedo hacer nada más que esperar.
Después de todo lo que pasamos, de la infinita, estúpida, arrogante, insuficiente, casi romántica historia que pasamos, no puedo odiarlo.
Porque también me odiaría a mí misma.
Así es como son las cosas.

Justo ahí, al día siguiente, en medio de toda la muchedumbre, entre gritos y risas.
Justo ahí me di cuenta.
Él acaba de encontrar lo que fue su tregua.
Yo fui su tregua.
Dios mío, yo fui su tregua.

Esta es la última vez que hablaré de Eduardo en este blog.
Marquen mi palabra, que esto se acabó.

08 mayo, 2011

Madre.



En tu corazón vive la especial virtud de darlo todo sin esperar nada a cambio.
Tu generosa entrega ha dado frutos de amor en todos los que te acompañan día a día.
Fuiste elegida para que seas mensajera de su amor y paz, y aquella tarea la haz sabido realizar en tu familia y en tu hogar.

Sólo una madre apoya cuando el resto se rinde.
Sólo una madre confía cuando nadie cree.
Sólo una madre perdona cuando nadie entiende.
Sólo una madre resiste a cualquier prueba.
Sólo una madre descubre lo que el resto no quiere ver.
Sólo una madre aprecia lo que los demás rechazan.

Porque en momentos haz sido ambos, padre y madre, porque me haz apoyado siempre, porque me has amado incondicionalmente, porque me haz levantado cuando me he caído, te mereces el cielo, mamá.
Tu amor va más allá de palabras.
Doy gracias al universo porque me dio esta madre.

Sé que aún antes de nacer, ya te quería.
Feliz Día, Mamá.

06 mayo, 2011

Escondida.


Con la cabeza bajo tierra.
Sin querer ver nada.
Nada de nada.
Váyanse, les dice inútilmente.
Pero ellos siguen allí.
Si no se ve, no está allí, se repite a sí misma.
Pero no, ellos siguen allí.
¿Cuándo acabará este juego estúpido e infantil que insisten en jugar?
Todos los días se ponen sus máscaras de bastardos y hacen su mejor esfuerzo en arruinarse la vida mutuamente.
Insana inmadurez.
Y yo con la cabeza escondida.
Eso no me deja mejor posicionada que ellos.
Aguanta, se dice a sí misma.
Pero en la oscuridad de la tierra ve todo negro.

04 mayo, 2011

Ronroneo.


Como agua para mis oídos.
Dulce miel que inunda mi boca.
Sus labios dicen maravillas.
Maravillas que me quitan el aliento.
Cual poeta inspirado.
Ronronea para mí.
Ven.
Ven aquí y ronronea para mí.
Suenas cual rugido de León.