22 abril, 2012

Atragantada.


Ninguna lo entendería.
Sólo ella lo entendería, y la verdad, no he podido decírselo.
Nadie apoya, sólo presionan.
Tengo que decírtelo pero... no puedo.
No puedo.
No puedo.
No puedo.
Cada vez que abro la boca, mi garganta se seca, el aire se vuelve pesado, mis rodillas flaquean.
No puedo decírtelo.
Siento que me atraganto.
No puedo hablar.
No puedo.

06 abril, 2012

Fiebre.


Esta vez no fue un sueño.
Fue una pesadilla.
Esta pesadilla febril que ahora no hace más que atormentarme.
La fiebre baja cada cierto tiempo, a recordármelo.
Tuve que quedarme acostada mucho rato, tratando de convencerme de que no había ocurrido, y aún así, me sentía desconsolada.
Me sentía terriblemente mal.
Me sentía más sola que nunca.
Que nunca.

Sólo fue... demasiado real.
Apenas se supo, todos se fueron y me dejaron sola.
Sólo tenía a una persona, y llegaba a a pensar a veces que incluso ella me miraba con resentimiento.

Pero lo más terrible de todo, lo peor de todo, fue cuando me di cuenta de que no iba a ser nadie.
No iba a poder hacer nada de lo que me había planteado.
Todo lo que había ido planeando con los años se había hecho añicos.
Y todo era por mi culpa.
Ella estaba conmigo, y lo único que pude decirle antes de romper en lágrimas fue:
-No pensé que iba a ser tan difícil.
Ella me miró con tristeza.
-Yo tampoco -me respondió.

Me desperté con el calor febril y las sacudidas convulsivas del llanto, revisándome una y otra vez, buscando aquello que no existía; un bulto, una patada; pero no había nada.
Sólo aquellas lágrimas febriles.

05 abril, 2012

Separados.


Lo vi todo demasiado claro.
Ella me hablaba pero yo sólo veía sus labios moverse.
No sentía ningún sonido.
Atrás de ella estaba él.
Pero en realidad, no era él.
En mi cabeza, estábamos unos 6 años más adelante.
Pero él se veía justo como me lo podría haber imaginado.
Era muy alto y delgado.
Pero nada de eso realmente me sorprendió.
Fue con quien iba.
Tenia una hija ahora.
Tenía una familia.
Tenía esa misma sonrisa cómplice que a veces me dedicó a mi, y su nariz se arrugaba de la misma manera.
Dios, cómo se parecía.
La abrazaba con tanto afecto y ternura...
Me imaginé si alguna vez me iba a arrepentir de haber hecho lo que hice, pero luego pensé que para entonces las cosas serían muy distintas, y probablemente él también me vea fortuitamente acunando un niño.
Entonces, la perspectiva cambió drásticamente.
Ya no habría nada en común entre nosotros, pues aquello habría terminado décadas atrás.
Estábamos separados.
Pero yo siempre habría de recordarlo justo así.
Sonriente, sonrojado, con la mirada clara.
Simplemente, él.

04 abril, 2012

Reset.


Y lo decían una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Sólo quería que se callaran.
¿Cómo pudo hacer eso?
¿Acaso no piensa en los demás?
Sólo... cállense.
Si no lo entienden, cállense.
Yo lo entiendo.
No es egoísmo, es algo mucho menos vanidoso y frívolo.
Es... compasión hacia ti mismo.
¿Cómo nadie se dio cuenta?
Pues en esos momentos uno no se entera.
Es muy difícil.
No te dicen mucho y lo que dicen, no denota nada especial.
Yo no lo noté.
Y me ocurrió tres veces.
Tres veces.
Así que no me digan que es difícil entenderlo.
Si no lo entienden, es porque no lo han intentado.

Todos acudieron a mi por apoyo.
Por confidencia.
Por cariño.
Por todo.
Yo fui su pilar.
Pero tampoco pude hacer mucho.
Sólo acudieron a mí después de lo ocurrido.
Hablaron incesantemente sobre lo terrible que se sentía vivir así, sin solución para nada, nada más que resetearlo todo.
Y así lo intentaron.
Mas de una vez.
De todas las maneras posibles.
De alguna manera, ninguno tuvo éxito.
Dudo que ahora piensen en aquello.
O quizás si piensan en ello, pero no recurrentemente, y si es algo que flota sutil y amenazadoramente en su cabeza, es sólo como un recordatorio de que hay épocas y situaciones mucho peores que ésta, como un incentivo.
El segundo fue por mi culpa.
O por lo menos me echó la culpa de todo.
Se sentía tan, tan, tan mal cargar con eso, que terminé por anularlo -a él- cuando se recuperó, y tardé mucho en superarlo.
Todos me lo dijeron para liberarse ellos de la mochila que llevaban, pero ahora era yo la que cargaba con cuatro mochilas: las de cada uno de ellos y la mía.
Nunca pensé en resetearlo todo.
Quizás es porque me estimo mucho.
Pero también sé que todo ser humano en alguna circunstancia de su vida puede hacerlo, puede caer en la tentación.
Hasta ahora, no he sentido esa necesidad.
No aún.