28 mayo, 2010

Ironía.



Aún hay tanto que hacer.
Que decidir.
Que contestar.
Que acabar.

Ella me preguntó y notó el casi desapercibido ceño fruncido.
No acabó la frase e inmediatamente cambió el tema bruscamente.
Ambas intentamos no darle mucho peso, y continuamos hablando de trivialidades.
Luego, él pasó por el otro lado de la calzada, evidentemente hundido en la vergüenza, y saludando casi por obligación.
Nosotras saludamos cortésmente y me olvidé totalmente de lo que estaba pensando.
Una de sus cualidades es que habla tanto que me complace no tener que replicar tan a menudo.
Sólo asiento y escucho la mitad, mientras mi cabeza se debate entre lo incierto y lo verdadero.
Creo que ella también comprende eso, y sabe qué es lo que pienso.
Inicié el tema y ella siguió hablando de él hasta que sutilmente lo cerré.
La oscuridad se asoma y un sueño sobrecogedor me envuelve.
Todo se atenúa y mis ventanas se cierran.
Todo resulta muy irónico.

¿Cómo notas todo eso, Nina?

18 mayo, 2010

Ven.



Y camina adelante.
Yo tomo mi teléfono.
-Ojala que parezca que llamo- digo tan bajo que ni yo lo escucho.
Él se da vuelta, raudo, como si me hubiera escuchado decir un perjurio.
Yo lo miro extrañada, y atraso el paso.
Él lo nota y se da vuelta, como simulando no haberlo hecho.
Luego, se agacha a atar sus zapatos.
Yo intento aprovechar para avanzar e irme, pero para entonces, él ya había acabado, y quedamos a la misma altura.
Él no dijo nada, y yo tampoco rompí el silencio.
No fue necesario, porque luego sí me llamaron.
Entonces, salí corriendo como si me esperaran.
Deja de intentarlo tanto.
Me aflige verte tan necesitado.
Has recuperado la vitalidad que se había gastado con los años.
No sé si será fachada o no, pero no me inmiscuiré.
Deja de intentarlo tanto.
No te odio.
Creo que... aunque no sepas lo que me hiciste, yo lo sé, y aún arde cuando lo pienso.
Y la manera en la que me hiciste verlo me dolió incluso más que con Lukas.
Y eso nadie lo sabía.
Nadie.
Me hiciste soportar tu secreto y no sabías que él hacía lo mismo, ambos esperando que yo los levantara.
Además, después me usaste como pañuelo de lágrimas, culpándome además de tus penas.
Pero no es mi culpa, ¿o sí?.
Y aún te cuestionas qué fue lo que hiciste.
Pero deja de intentarlo tanto, Eduardo.
Porque por más que lo intentes, no lo voy a olvidar.

-¿Y a quién puedo ver ahora?- pienso mientras me imagino a todos haciendo algo más importante.
Y luego lo llamo.
-Ven a buscarme- le digo suavemente.
-¿Dónde estás?- me inquiere sin chistar.
Y aparece aquí, y me río y él también, de lo irónico y estúpido, de que él esté allí, y de que yo se lo pidiese.
Me mira con su mirada delineada y me desarma.
Me desgarra.

Me reconforta saber que si llamo, estás.
Qué bueno tenerte ahí.

17 mayo, 2010

Nido.


La mesa se achica.
Podía oírlos mientras enjugaban sus lágrimas por separado, tratando de que ninguno de los dos lo notaran.
Luego llamó, y entonces ya se hizo más evidente.
Cualquier cosa que recordaban les hacía humedecer sus ojos.
Su mirada se hace más triste cada día.
Yo no sé cómo mirarla.
¿Y cómo debería hacerlo?
Si una parte de mí se muere por embarcarse en esto, pero la otra quiere seguir aquí, nunca irse.
Termino enjugando lágrimas.
Me imagino en tres años más despidiéndome y se me parte el alma.
Termino enjugando lágrimas.
Qué difícil es avanzar.
Más aún cuando soy yo la que no quiere romper las cadenas.
Y entiendo.
Entiendo todo, de verdad.
Ella dice que sólo son un paso en el camino, ellos sólo estaban para acompañar en el principio, y que a ellos les encantaría tenernos por el tiempo que quisiéramos, pero la vida no es así.
Y lo entiendo.
Yo misma enjugaré lágrimas en unas dos décadas.
Qué difícil es avanzar.

Todo se logra con voluntad.
Puedo caerme un millón de veces.
Sé que será así.
Pero me voy a parar, eso nunca lo he cuestionado.
Cada vez será más difícil.
Pero voy a romper las cadenas que yo misma me impuse.
Nada me va a ganar.
La fuerza, el cansancio, el amor, el odio, la alegría, todo es psicológico.
La clave está en dominarse.
Puedes quebrarte, pero la magia está en componerte.
Yo me compondré.

Todos esperan que decida ahora.
-Dime; rojo verde o azul - me inquieren insistentes, como si abriendo los ojos o cargando la voz la respuesta se hiciera más clara.
Soy cambiante, por todos los cielos.
Si digo que quiero algo hasta que me muera, ¿no existe una gran posibilidad de que más tarde me arrepienta de haber elegido eso?.
Es lo mismo que el matrimonio.
Y si decido algo y no me gusta, tendrá que gustarme.
No puedo arrepentirme.
Yo sé.
La inversión que ellos hacen.
Las esperanzas que tienen.
Progreso.
Visión.
Cultura.
¡Lo sé!.
Y cree aún que el camino no está claro.
Pues... lo está.
Desde que tengo memoria, nunca me ha gustado otra cosa.
Nada me gusta más que eso.
Por más que me guste la música, nunca pensé, ni soñé en ser música.
Por más que me guste escribir, nunca pensé ni soñé en ser escritora.
Por más que me guste editar, nunca pensé ni soñé en ser editora.
Nada me gusta más que eso.


Quiero ser médico.



11 mayo, 2010

Cobarde.


No lo sé.
Hoy todo parece estúpido, irrelevante.
Suena como una blasfemia.
Todo lo que hago o pienso.
Nada es vacío, todo tiene un significado oculto, al que yo le agregué una connotación propia.
Pienso y pienso en lo mismo.
¿Sí o no?
¿Lo es o lo soñé?
Pienso y pienso.
Se siente incorrecto.
Siento que me voy a arrepentir después.
Siento.
¿Sí o no?
No lo sé.
Nada es irrelevante.
Él mira.
Él mira otra vez.
Yo volteo.
Él mira insistente.
Su mirada delineada me quema la retina.
¡Dilo ya!
¡Dilo!
¡Cobarde!
¿Sí o no?
¡Dilo!
¡No lo sé!
Sí, lo sabes.
Él mira.
¡No!
Él voltea.
¡No!
Él se va.
Cabizbaja se da cuenta de su error.

Él mira.
Le quema la retina.
¿Sí o no?
¡Cobarde!
Quema.
¡Díselo!
Quema.
¡No!
Quema.
¡Cobarde!
¡Dilo tú!
¡Tú nunca lo has dicho, nunca has arriesgado nada!
¡¿Por qué yo?!
¡Tú eres el cobarde!

Y me mira con su mirada delineada.
-Cobarde -le digo.
Él lo sabe, se da cuenta de su error, y voltea cabizbajo.