11 mayo, 2010

Cobarde.


No lo sé.
Hoy todo parece estúpido, irrelevante.
Suena como una blasfemia.
Todo lo que hago o pienso.
Nada es vacío, todo tiene un significado oculto, al que yo le agregué una connotación propia.
Pienso y pienso en lo mismo.
¿Sí o no?
¿Lo es o lo soñé?
Pienso y pienso.
Se siente incorrecto.
Siento que me voy a arrepentir después.
Siento.
¿Sí o no?
No lo sé.
Nada es irrelevante.
Él mira.
Él mira otra vez.
Yo volteo.
Él mira insistente.
Su mirada delineada me quema la retina.
¡Dilo ya!
¡Dilo!
¡Cobarde!
¿Sí o no?
¡Dilo!
¡No lo sé!
Sí, lo sabes.
Él mira.
¡No!
Él voltea.
¡No!
Él se va.
Cabizbaja se da cuenta de su error.

Él mira.
Le quema la retina.
¿Sí o no?
¡Cobarde!
Quema.
¡Díselo!
Quema.
¡No!
Quema.
¡Cobarde!
¡Dilo tú!
¡Tú nunca lo has dicho, nunca has arriesgado nada!
¡¿Por qué yo?!
¡Tú eres el cobarde!

Y me mira con su mirada delineada.
-Cobarde -le digo.
Él lo sabe, se da cuenta de su error, y voltea cabizbajo.

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