David Talley |
Siento que te extraño todos los días.
Cuando te veo y cuando no te veo.
Cuando te miro y me miras de vuelta y cuando no también.
Me siento inadecuada la mayoría del día.
Que digo lo equivocado, y me persigue el resto del día.
Que no puedo enmendarlo, y me persigue el resto del día.
No soy lo que estás buscando, termino por convencerme.
Y después nos vemos de nuevo y me siento incapaz de rendirme.
Te pienso constantemente.
Como un pequeño mantra que mi cabeza repite sin parar.
Luego, me da miedo.
De que todo se arruine, de que ya no te vea, de que ya no te hable.
Y me contengo.
Hablas como si en verdad no supieras.
¿No me ves latiendo frenética al lado tuyo?
Me miro al espejo y ya no sé si soy la misma persona.
No me siento igual.
No sé quién es ésta.
Tenía razón.
Tenía toda la razón.
No sé por qué me dejo convencer.
Tenía la razón.
Ya no quiero hablarte de él.
Cada vez queda menos, me rezo a mí misma.
Cada vez queda menos.
Entre suspiros.
Entre dolores de pecho.
Entre temblores de mano.
Entre ojos evasores.
Me empiezo a sentir partida.
Dos mitades caminando a la par.
Me comienzo a sentir herida, sangrante a tajo abierto.
Palpitante de dolor y pena.
Comienzo a sentir como mi sangre se queja.
Cada vez queda menos.
Cada vez queda menos.
Cada vez queda menos.
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