30 noviembre, 2012

Cerrado.


Silencio.
1.  2.  3.
Nada.
¿Acaso piensas lo mismo que ella?
Que ella.
Ella, que dice todo tan cordialmente.
Y de deja en el aire mucho más de lo que dice.

Odio caminar a mi casa ahora.
De ida o de vuelta.
No puedo evitar voltear la cabeza y buscar lo que no está.
Todo está cerrado.
Me gusta cuando las cortinas están cerradas.
Así sólo pienso que estás durmiendo.
Pero cuando están abiertas...

25 noviembre, 2012

Limbo.


Abro.
Cierro.
No, no eso.
Vuelta.
Abro.
Cierro.
Tampoco.
Abro.
Entonces, ¿qué?
Tú sabes muy bien qué.
Sabes exactamente lo que quiero ver.
Sabes exactamente lo que quiero soñar.

No quiero seguir soñando estas estupideces.
Nada sale como me lo pintan aquí.
Nada.
No tiene sentido seguir dándome vueltas en la cama, buscándole el hilo al sueño que nunca voy a soñar.
No suelo soñar cosas así.
Porque no suceden.
Me percato muy fácilmente de que es un sueño, y... pronto se acaba.
Puedo escribir un guión de eventos interminables que nunca ocurrirán, con diálogos que nunca me dirás y sentimientos que nunca tendrás.
Pero siempre será sólo un sueño.

Estas sábanas me tienen atrapada en el limbo.
No me van a soltar fácilmente, y no ceden ninguna noche.
Ahora todo parece dar lo mismo.
Cualquier cosa me llevará al mismo resultado.
Una y otra vez.
Caeré eternamente allí.
Donde nada de esto ocurre.
Y donde tengo que fingir que no me he dado cuenta aún.
¿Me tienes aquí pagando por algo?
¿Es cierto lo que todos dicen?
Quizás, si.
Pero no puedo admitirlo.
Si lo hago, tendré que volver a abrirlos y cerrarlos.
Si lo hago, tal vez no pueda abrirlos.
Si lo hago, tal vez no pueda despertarme.





18 noviembre, 2012

Indefendible.


La gente tiene la mala costumbre de ir por la vida justificando los malos momentos de los demás.
No hay que defender lo indefendible.
Nunca, bajo ninguna circunstancia.
Sus arrebatos, berrinches y estupideces.
No, es que tuvo una mala semana.
Estaba pasando por un momento difícil.
Estaba bajo mucha presión.

Están tan ciegos por el rayo de ilusión y perfección que emanan los demás que no ven la realidad.
Cómo no se dan cuenta de algo que está aplaudiéndoles en la cara.
Las personas son personas.
Y las personas no cambian.
Toda esa porquería de que la gente cambia con el tiempo es una falacia.
La gente es igual siempre.
La única diferencia radica en que tenemos distintas ocasiones y oportunidades frente a las cuales se nos es posible demostrar otras facetas que no siempre ven la luz del día.
Esa es la gran diferencia.
No porque no veamos esas facetas siempre significa que no las tenemos en nosotros.
Nos sorprendemos viendo cosas que no sabíamos podíamos ser, cuando lo que debería sorprendernos es que no sabíamos que las teníamos en nosotros y que eventualmente podían surgir.
Es muy distinto.
No intentemos imaginar cómo alguien que pensábamos conocer tan bien se convirtió en un imbécil de la noche a la mañana.
Sólo intentemos comprender que todos podríamos llegar a ser igual de imbéciles si las circunstancias se presentan.
Por eso, nunca hay que decir nunca.




04 noviembre, 2012

Terca.


Absolutamente, sin lugar a dudas.
Pude verlo tan claramente en sus ojos cuando sostuvo mi mirada que casi pude tomarlo con mi mano.
Insistía en que lo mirara, pero a cada momento me cohibía más y más.
Gracias a Dios no me sonrojo.
Con ella tuvimos un asunto bastante peculiar.
Le hablaba bien sobre mí, pero insistiendo en que no era su intención agasajarme.
Aún así, lo hizo.
Sabiendo que no quería mirarlo directamente, se puso en frente mío.
Siguió hablándole en ese mismo tono, hasta que, casi sin razón, se detuvo.
Entonces, lo miré.
Sonreía.
Había tantas cosas que quería decirle.
Pero me abstuve.
Ya había dicho muchas cosas antes.
Aún así, hizo comentarios más superficiales, y una frase no tan superficial se me escapó:
-¿Te arrepientes?- me preguntó.
No dudé ni un segundo.
-No- respondí.
Me miró fijamente, pero desvié la mirada.
-No me arrepiento de nada- continué.
Entonces lo supe.
Desde entonces pensaría que no soy más que una niña terca.
Me habría gustado decirle:
-No, no me arrepiento de nada. Mis más grandes lecciones las he aprendido de mis más grandes errores.
Porque es así.
No me arrepiento de haberle dicho todo lo que le dije.
Sí, hice cosas mal, no soy perfecta.
Pero usted tampoco.

Por mucho que diga que los años le dan algo que yo no tengo, no concuerdo.
La gente mayor siempre tiende a pensar que porque tenga un tercio de su edad no tengo idea de lo que están hablando.
No es así.
Es verdad que hay ciertas cosas que sólo aprendes con la experiencia que te dan los años, pero esta no es una de ellas.
La madurez es el factor necesario.
Y la poseo.
No me diga que no es así.

Sí, le falté el respeto.
Pero ya me disculpé por ello.
Quiso quedar como la persona de más entendimiento, y hasta donde usted ve, así fue.
Nada más que decir.
Terca soy, pero cuando tengo razón.
Y en el tener razón misma, soy terca otra vez.



01 noviembre, 2012

Auto-destrucción.


No me hagas empezar a odiarte.
Es como si te lo estuvieras proponiendo.
No lo hagas.
Estás dejando un desastre tras de ti.
Todo lo que tocas se desmorona.
Sólo termina.
Termina lo que empezaste.
No empieces otro proceso de autodestrucción.
El primero aún no ha terminado.
Pero no me incluyas.

Si vas a dejarme fuera, déjame fuera completamente.
No quieres hablarme, no me hables para nada.
No quieres verme, no te cruces en mi camino.
Porque la destrucción funciona para ambos lados, amigo.
Y no puedo excluirte de mi vida si te sigues apareciendo así.

Te alejas de mí todos los días.
Yo ni siquiera... yo no quería esto.
Tú decidiste todo.
La destrucción continúa en 3... 2... 1...