10 diciembre, 2010

Lluvia.



No me gusta la lluvia.
Es una intrusa.
Aparece sin aviso alguno e inunda todo lo ajeno.
Moja todo mi cabeza y me hace perder el hilo de mis pensamientos.
Deja mi cabello reposar estilando en mi espalda, brillando con las pequeñas gotas de agua.
Atraviesa todas las fibras de mi camiseta, y se adhiere a mi piel.
Me molesta como la lluvia pareciera estar consciente de todo lo que alguna vez pensé.
Todo lo que hice o dije.
Cae como el castigo divino desde el cielo.
Totalmente omnisciente.
No lo sé.
Me molesta como pareciera juzgarme, sabiendo cada pecado que cometí, cada respuesta que omití, cada sentimiento que censuré.
Es realmente una entrometida.
Comienzo a tiritar pensando en el veredicto de su juicio, y luego sale el sol.
Los rayos tibios secan todo lo que el agua mojó, sin quedar rastro alguno del juicio.
Todo el veredicto parece como un sueño inventado en mi cabeza.
Pero cuando llueve de nuevo...