04 febrero, 2014

Manipuladora.


No lo dijo así.
Pero sí fue más que clara al respecto.
Yo le dije qué había que hacer y cómo, y él se dio vuelta a hacerlo.
Ella sólo me miró.
Me miró, se rio y puso su dedo índice derecho sobre la palma de su mano opuesta.
Sólo eso.
Siguió mirándome y se rio un poco más.
Luego se fue.
Lo tienes en la palma de tu mano.
Tú dices "salta" y él pregunta "desde qué altura".
¿Realmente me he convertido en eso?
¿Por lo menos contigo?

Sé que una de las razones por las cuales se fijó con tanto empeño es que evidentemente se siente atraída hacia él.
No podría ser más claro si lo llevara escrito en una polera.
Y la verdad es que eso no me molesta ni preocupa.
Porque yo no quiero estar con él.
Ni ahora ni nunca.
Sólo me gusta jugar.
Pero eso es todo. Sólo jugar.
Lo conozco demasiado bien como para ponerme de nuevo en esa situación.
Y por eso puedo decir de verdad que no me molesta.
Pero nuevamente caigo en la pregunta.
¿Me he convertido realmente en eso?
¿Soy una manipuladora?
¿Es eso lo que hago?
Es así, ¿verdad?
No sólo con él.
Carajo.
Es verdad.
No lo hago intencionalmente.
Y tampoco quise hacerlo cuando él vino a mi puerta y me pidió hablar.
Tampoco cuando me dijo que quería irse.
Tampoco cuando me dijo que se quedó por mí.
Carajo.
Esto está mal.
Muy mal.

Perdón.
De verdad, perdóname.
Lo lamento tanto, tanto, tanto.
Tanto, tanto, tanto.