17 enero, 2017

Contacto.


Cómo pueden ser malinterpretadas las cosas...
Es lo que pasa cuando no tienes contacto directo y constante con alguien.
Olvidas su humor, sus expresiones, su forma de hablar.
Y asumes lo peor.
Eso es lo que te está pasando, amor, porque no estás acá conmigo ni yo allá contigo.
No te vayas a confundir ahora, que por fin logré algún sentido del equilibrio por aquí y por allá: No todo el universo gira alrededor de lo que te digo y de lo que no te digo.
No vayas elucubrando historias y emociones que no han ocurrido ni he sentido, porque, a decirte la verdad, no he sentido nada hacia ti desde que decidimos dejar todo en nada.
Y de nuevo, sentir nada no es algo negativo, simplemente no te estoy pensando en estos momentos, y eso es sano, después de todo.
Espero que reconsideres los últimos días y no me califiques bajo la misma etiqueta de inmadurez con la que tildamos todos juntos los eventos de Agosto.
Pero si no lo haces, no sé que más podrías esperar de mí, realmente.




Ni siquiera había levantado la vista, pero sabía con toda certeza que era ella quien se me acercaba.
Por el rabillo de mi ojo vi que estaba a tres pasos de mí así que guardé mi celular y levanté los ojos.
Venía encantadísima, sonrisa de oreja a oreja, ojos brillosos y los brazos abiertos.
Imité su gesto y me agaché para poder abrazarla como se merecía.
Me apretó con fuerza, fuerza que no me esperaba para alguien de su edad, repitiendo una y otra vez "Oh, qué bueno verte, qué bueno verte".
Me sorprendí realmente hasta mi núcleo a pesar de que él me había advertido que ella me recordaba con especial cariño pero que probablemente no me reconocería si me viera por la calle.
Y luego, lo dijo ella misma.
- Yo los quiero a todos, que lo acompañaron, a todos; pero a ti, cariño, te quiero mucho más, te recuerdo con mucho cariño.
Me quedé con la boca abierta de nuevo, a pesar de que probablemente no debía ser así. Después de todo estuve con él el tiempo más largo que he estado con cualquiera.
Por fin despabilé para responderle.
- Yo también la recuerdo con mucho afecto, se ve idéntica - realmente se veía idéntica, ninguna arruga más, igualísima.
-Oh no, linda, qué amable eres pero de ninguna manera - me respondió entre risas.
Nos comenzamos a despedir y con un gesto muy lento mientras hablaba recolectó la mano de él y la mantuvo en alto, luego la mía, y las posó juntas, con una sonrisa flamante en la cara.
Él se puso rojísimo y riéndose sin parar repitió:
-Nos vemos, abuela.
Separó su mano rápidamente de la mía y nos fuimos caminando.