11 marzo, 2017
Buscando.
-Mira, acá atrás hay uno como el que te digo -me dijo al oído.
Y de pronto, me doy vuelta y te veo ahí parado; vestido de rojo, con el mismo pelo de siempre, un poco de barba en la cara, una cerveza en la mano y la mirada hacia otro lado.
Pero cuando me paré vi por el rabillo del ojo que me estabas mirando, así que con disimulo giré mi cabeza para mirarte, sólo para encontrar que habías volteado de nuevo.
Pasó el tiempo y decidí que no eras tú, no podías serlo, por lo que cuando me fui volví a buscarte para confirmarlo, dándome cuenta de que en realidad sí eras tú.
Y me he encontrado a mí misma buscándote todo el día, por toda la ciudad, en todas partes.
A ver si te encuentro...
A ver si te encuentro...
Deja de esconderte.
Aquí vengo por ti.
Distráeme...
Te ví y vi la misma sonrisa que me hacía sonreír y pensarte.
Pero las cosas no fueron así.
Y ahora esto.
Esto es inesperado.
Pensaba que ya se iba a haber disipado, pero no he logrado borrarte de mi disco duro; clavaste tus uñas en mi memoria y no vas a darme tregua alguna.
Un día recién, y qué va de mi conciencia y concentración.
Sigo lamentándome como una niña malcriada porque no te tengo conmigo y no te tendré tampoco sin importar cuánto siga llorándole al aire.
Me encanta sentir tus ojos encima mío.
Mírame todo el día.
Y toda la noche.
Más aún, no puedo dejar de pensar en lo desdichada que es la situación humana.
Buscando conexiones profundas con gente que no quiere involucrarse con uno y a la vez lamentándose por no querer romper el corazón de personas con claro interés en nosotros.
Pasa diaria y permanentemente, inevitable e irónico.
No lo entiendo.
No nos entiendo.
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