Se terminó.
Tenía que ser honesta conmigo misma y contigo.
No quería alargar más algo que simplemente no me complacía.
Tenía expectativas más grandes, unas que no llenaste.
No coincidíamos y nunca vamos a poder hacerlo.
Así que deshice todo lo que habíamos formado, como un hielo derritiéndose.
Necesito estar sola.
Creo que es mejor para mí, se me da mejor.
Lamento hacerte pasar por esto dos veces, pero ya nunca más habrá una tercera, y de eso puedes estar absolutamente seguro.
Cuando llegaste, mi corazón latía desbocado, como queriendo salir de pecho e irse a nadar al lago.
Mi cabeza me quemaba, cada pensamiento era como un rayo en la tormenta que yo misma había creado.
Me ahogaba con cada bocanada de aire que tomaba, como si desapareciera apenas entrara por el umbral de mis labios.
Nerviosa de pies a cabeza, no podía evitar preguntarme cómo ibas a reaccionar a lo que tenía que decirte.
Llegaste, me saludaste, te acercaste buscando un beso, y yo te di uno en la mejilla.
Te sentaste y comenzaste a acariciarme el brazo.
Yo sólo dije la primera frase:
"Quiero hablar contigo un momento..."
Y tu mano se congeló.
Seguí hablando sobre lo que ha acontecido recientemente, lo que me molesta, lo que discutimos y mucho más, y cuando te pregunté acerca de tu opinión, no dijiste nada.
Absolutamente nada salió de tu boca.
Me sorprendió y decepcionó bastante.
Creo que eso me confirmó por qué hice esto.
Luego vuelves intentando recuperar el tiempo que no usaste.
Ese que no usaste por cobarde.
Lo siento mucho, pero el tiempo ya pasó.
Y supongo que ahora me puedo sentir más aliviada, ¿no?.
Supongo.
A ver si ahora logro conciliar el sueño.