30 marzo, 2017

Tiroteo.


Y en este momento, me miran otros ojos.
Abiertos, brillosos y ansiosos por respuestas.
Desenfunda y empieza.

Sabes bien que no te estoy creyendo nada, pero sigues hablando de todas maneras.
No tenemos piso firme sobre el cual asentar lo demás porque tengo la sensación de que crees que has invertido mucho en mí a pesar de que me mantengo escéptica.
Y eres capaz de hacer todo este análisis con el raciocinio y concentración que demanda pero no llegas a unir los puntos más importantes.

Acá estoy parada, la reacia, esquiva, arisca, brusca, cambiante e insoportable, recibiendo todas y cada una de tus balas.
Dispárame en la mitad del pecho, donde sabes que quieres hacerlo.
Puedo con esto y también lo sabes.
Cuando termines, comenzaré yo; municiones no me faltan.

Algunos días me siento mal por hacerte la vida difícil, por ser así de insoportable.
Pero hoy no.
En qué universo vives, dímelo, para poder entenderte.
No entiendo cómo no eres capaz de ver algo que te está aplaudiendo en la cara.
No, no me concedas esta sutileza que sé que no me pertenece.
He sido un libro abierto por meses y aún no aprendes a leerme.





Y para reventar, me encuentro a mí misma mirando estas fotos y buscándola por doquier.
Paro en alto y pienso qué mierda estoy haciendo.
Quién eres en estos momentos.
¡Esta farsa tiene que terminar de una vez!
Todo mi silencio fue intercambiado por un goteo interminable de cuchicheos y apuñaladas.
¿No se cansan de las miradas compasivas y las sonrisas empáticas?
Métanse sus disculpas por donde salieron y no vuelvan a hablarme.
Hoy mi mano está hecha un revólver.