28 mayo, 2010

Ironía.



Aún hay tanto que hacer.
Que decidir.
Que contestar.
Que acabar.

Ella me preguntó y notó el casi desapercibido ceño fruncido.
No acabó la frase e inmediatamente cambió el tema bruscamente.
Ambas intentamos no darle mucho peso, y continuamos hablando de trivialidades.
Luego, él pasó por el otro lado de la calzada, evidentemente hundido en la vergüenza, y saludando casi por obligación.
Nosotras saludamos cortésmente y me olvidé totalmente de lo que estaba pensando.
Una de sus cualidades es que habla tanto que me complace no tener que replicar tan a menudo.
Sólo asiento y escucho la mitad, mientras mi cabeza se debate entre lo incierto y lo verdadero.
Creo que ella también comprende eso, y sabe qué es lo que pienso.
Inicié el tema y ella siguió hablando de él hasta que sutilmente lo cerré.
La oscuridad se asoma y un sueño sobrecogedor me envuelve.
Todo se atenúa y mis ventanas se cierran.
Todo resulta muy irónico.

¿Cómo notas todo eso, Nina?