Me tiento a revelar misterios que nadie conoce excepto yo, que nadie sospecharía.
En el mismo momento en que me dispongo a resbalar las palabras por mi lengua, éstas se amarran a mi boca, cual fiero miedo a romper reputaciones se mantenía escondido y sale a relucir.
Sin embargo, tengo bien claro que es un secreto.
Uno que he sabido guardar.
Bajo llave entre mis labios.
Pero cada vez que alguien habla de él, no puedo revelarlo.
¡No puedo!
Todos dirían cosas que no deberían.
Yo misma me sorprendí de lo que pensé cuando lo supe.
Me avergoncé de mi misma.
Quizás que ocurrirá con ellos.
No.
Este secreto no se va a divulgar.
Al menos no de mi boca.
Tal vez es por eso que esto ocurre así.
Soy la única que lo sabe todo y quizás se siente confiado.
Yo no sentiría eso.
Al contrario, me sentiría expuesta.
Esa noción errada -quizás- de lo que uno siente hace que uno vaya voluntariamente por el sendero de lo que no corresponde.
El análisis incorrecto de los sentimientos es tan común, y a la vez tan transparente.
Creo que vi cuando todo se tornaba del color que no debía y vi como ocurría, como una más en la galería.
No hice nada para detenerlo.
No sé por qué.
¿Debía sentirme halagada?
Nunca me sentí así.
No sabía qué era lo que veía, lo que veían todos.
Repentinamente nadie lo veía y luego todos sí.
Nunca me sentí halagada.
Hasta el día de hoy no lo comprendo.
¿Qué ven ellos que yo me pierdo?.
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