17 agosto, 2010

Sueños.



En sueños me encuentra totalmente desprevenida.
Aparece desde cualquier esquina, y se evapora tal cual llegó.
Aparecen tres versiones de lo que me falta y ansío, y tres veces me atormentan sus ojos.
Grito con la mirada, y me estrecha con sus manos.
Aquellas manos hermosas.
Se evapora y otros cabellos le reemplazan.
Me envuelvo en un aroma indescifrable, que al terminar la noche, siento en mi boca, cual latido de su corazón.
Tres labios dicen las mismas palabras, y cada vez suenan más confusas.
Luego despierto y me doy cuenta de lo vergonzoso que es sentirse indefensa.
Indefensa por las noches.
Despierto y lloro desconsolada.
¿Por qué tiene que ser un sueño?
¿Por qué no puede ser real?
Al día siguiente no puedo quitar las imágenes de mi cabeza, aquellas en donde todo parece solucionado.
En medio de una turba renace ese aroma que ansío, pero despierta lo rechazo.
Despierta no estoy indefensa.
Pero al caer la noche...

12 agosto, 2010

Tras bastidores.



Ha cambiado el escenario.
Ya no es el niño asustado que desviaba la mirada cuando sus ojos se encontraban con los míos.
No es el que decía cosas irrelevantes sólo para que no quepa el silencio.
Ahora es el hombre confiado que no cuestiona nada.
Da todo por sentado y camina con paso firme.
Ni siquiera posa sus ojos en los míos, y si por un desliz ocurre, serio vuelve a concentrarse.
No es el que hacía cosas esperando que las notara, esperando una reacción, esperando sorprenderme.
Independiente, ahora puede prescindir de mí.
Tiene pensamiento y opinión propias.
Aún así, sigue teniendo los mismos gustos.

Tras bastidores, me confiesa que es el mismo, que no ha cambiado nada.
Con una mirada me lo dice todo.
Yo recuerdo lo que muchos me dijeron.
Lo que negué fehacientemente.
Tras bastidores, me encuentra indefensa.
Sólo una puerta.
Una puerta.
Que permanecerá allí.
Cerrada.
Mientras esté despierta.

Me alegro por él.
Me alegro de que haya asesinado al niño asustado que tanto tiempo estuvo dentro suyo.
Ahora él me exhorta a prescindir de él.
Pero yo no puedo.
Me aferro a él tanto como él se aferra a mí.
No es lo mismo.
No.
Lo cerré.
Ambos lo sabemos.
Ese capítulo se quemó.
Lo obligo a hacer lo que yo no puedo.

Tras bastidores no es lo mismo.
La obra comienza y todos se ponen sus mejores máscaras.
Sus cordeles nadie los maneja.
Tampoco los míos.
Yo no soy la actriz.

Me alegro por él.
Lo miro de lejos y sonrío.
Al fin.