Puedo sentirlo.
Tan fuertemente en mis dedos como mis propios huesos.
Lo siento, lo puedo tocar, palpar, apretar.
Aquí está.
Y ya no.
Oscuro.
Frío.
Vacío.
Ya no está.
Se siente tan... real, y luego, ya no lo es.
Puedo ver como nos está deformando.
Nos está transformando lenta -y no tan lentamente- en algo que siempre repudiamos.
No me hagas esto.
No te hagas esto.
No te escondas.
Sabes lo que pienso.
No tienes por qué demostrármelo así.
Siempre lo supiste.
Yo sólo estaba contando los días.
Quedaban tan pocos...
Pero no.
Ahora somos este resto amorfo de lo que fuimos.
No puedo cambiarlo si no me aceptas de vuelta.
No me rechaces.
No me ignores.
Sabes que lo necesitas.
Yo quiero dártelo.
Si no lo haces, ya sabes lo que va a ocurrir.
Yo también.
Va a ser peor.
Y no quiero pensar en lo peor de lo peor.
Por favor.
Por favor. Por favor. Por favor.
Escúchame.
No evites mi mirada.
Sal de tu escondite.
¿Qué fue lo que nos pasó?
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