Todo se siente igual.
Nada.
Nada hace una diferencia.
Todo es repetitivo.
Siento que floto en una infinidad de días irrelevantes.
Definitivamente ya no soy de aquí.
Cada fibra de mi cuerpo me dice, me pide, me ruega, me exige que no vuelva.
Y lo sé.
Pero queda menos, y ya entonces no se notará.
Sí, eres tú.
Pero también soy yo.
No se puede pasar por alto.
No tiene sentido hacer planes.
No quieres estar acá.
Es como si te diera vergüenza.
Y a mí me avergüenza tu vergüenza.
Si eso me hace estúpida, que así sea.
Ya no estoy acá.
Mi cable se cortó.
Niños pasaron jugando, corriendo y riendo y lo cortaron.
No hay nada que me pueda llevar de vuelta.
Y es perfecto.
No quiero volver en absoluto.
Qué va, no me importa si esperabas que volviera.
Porque sabes bien que muy dentro tuyo en realidad esperabas que me fuera.
Para no ser quien tenga que decirlo.
Yo lo diré.
Sin rodeos.
Las cosas no son como eran.
Como fueron.
Como habrían sido.
No son.
No fue.
Estoy desconectada.
Y se siente bien.
No me da pena, es mejor así.
Es mejor no sentir nada.
No esperar nada.
Lo que llegue, será de agregado.
No espero nada bueno de ti.
Y tampoco espero que me sorprendas.
Es más, me molestaría que lo hicieras.
Simplemente haz como yo y... apágate.
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