Nicole Matthews |
Y caigo dolorosamente en cuenta de que me conoces.
Me conoces muy bien.
Y eso no me agrada.
Te gusta, porque crees que genera cierta dependencia en mí.
No me agrada porque vivo con el constante recordatorio lo finito que eres.
Y del vacío que serás capaz de generar en mí.
Eso pensé.
Y luego te fuiste.
Desapareciste y en menos de una semana ya había un foramen en mi pecho.
Lo llené de espuma y lo cubrí con pétalos.
Dejó un olor a rosas que ahora me recuerda a ti.
Pero vivo en paz.
Vivo con calma.
Y llega él.
Como una marejada de agua dulce me limpia la cara.
Las manos.
Enraiza sus manos en mi pelo y me despoja de mi estrés.
Me peina y besa hasta que me quedo dormida en sus brazos.
Recorre mi cuello a besos hasta mis orejas.
Me reconstruye a susurros.
Lentamente.
Me acoge.
Me parcha.
Me repone.
Me sana.
Agradezco tu existencia.
Me hace valorar la mía.
Por haberte conocido.
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