19 diciembre, 2009
Páginas En Blanco.
Me quedé dormida en el escritorio.
Eran pasado la madrugada. Hacía frío, y yo no vestía chaleco.
La lámpara estaba encendida, y tenía un libro entre mis manos.
Aquel libro no era mío, sin embargo, no me parecía nuevo.
Lo tomé, pensando que a alguien se le había quedado en mi pieza por error, sabiendo la respuesta de antemano.
No tenía nombre.
Era viejo, y arrugado.
Lo comencé a hojear.
La primera página estaba en blanco.
La segunda también.
La tercera igual.
¿Cuándo aparecerá el título? ¿El índice?
La quinta, la sexta.
Salté hasta la mitad del libro.
Todas las páginas estaban en blanco.
Aquello me pareció extraño, y me asustó un poco.
¿No habrá hallado su musa?
Solté el libro en mi repisa.
Aquello lo resolvería mañana, no a las 4 de la madrugada.
Volví a dormir.
Soñé que las páginas del libro se desprendían del lomo, y al caer al piso, quedaban bañadas en una lluvia de tinta, que narraba una historia que nunca antes había leído.
Apenas comencé a leerla, me desperté.
Mi pieza seguía igual, y apenas me incorporé, recordé el libro misterioso.
Me levanté de la cama, intrigada.
Lo volví a hojear, para confirmar que no había alucinado nada de lo que había visto la noche anterior.
Otra vez, mis ojos se convencieron de que no era mentira.
Entonces decidí deshacerme del texto.
No.
Decidí devolver el libro.
Pregunté a mi madre si reconocía el libro.
Lo miró, lo examinó y lo hojeó.
-No -me respondió- Pero me gustaría leerlo, ¿me lo prestas?
-¿Qué?-le pregunté extrañada.
-Que me gustaría leerlo, si no te molesta prestármelo-repitió ella.
-Pero si no tiene nada esc...-dije, y me detuve al volver a hojear el libro, que ahora sí tenía tinta entre sus páginas.
-Ehrm...-titubeé-¿me dejas leerlo a mí primero?-le pedí.
-Claro-dijo sin dudar.
Corrí a mi pieza y cerré la puerta.
Quise gritar de susto, pero aquel miedo infantil fue reprimido por la creciente intriga que maduraba dentro de mí.
Me senté en mi cama y sostuve el libro entre mis manos.
No dudé ni por un segundo más, y lo abrí.
Estaba en blanco.
Quedé marcando ocupado.
Lo volví a hojear, convencida de que eso no lo había imaginado.
Nada.
Un montón de páginas en blanco.
Volví a la primera página.
Nada.
¿Lo imaginé?
De pronto, lo ví.
En el centro de la página se veía claramente, escrito a máquina.
No
Lo toqué.
La tinta estaba seca.
Dios mío
Me estoy volviendo loca.
Pasé a la siguiente hoja.
No.
No te estás volviendo loca.
Mis ojos salían de sus órbitas.
Debo estar dormida...
Volví a pasar la hoja, incrédula.
No estás dormida...
solo sigue leyendo,
tengo algo que contar...
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise..
Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
-Pablo Neruda-
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