30 julio, 2011

Pérdida.


Me partió el alma verla así, tan dolida, tan vulnerable, llorando en mi hombro, buscando palabras de consuelo que no servían para nada, que no aliviaban nada.
Pero así es la vida.
Inevitablemente se muere.
El tiempo pasa inexorablemente, entre nuestros dedos, escapándose en cada palabra, cada suspiro, cada mirada.
La vida se escapa.
Pero el dolor se queda.
Acompaña cada día, pinchándonos, rasguñándonos, recordándonos.
Los muertos se van en paz.
Y los vivos sufrimos por ellos.
Sufrimos por su ausencia.
Y eso nos recuerda cómo es estar vivo.
El dolor es lo que nos diferencia de ser piedras.
De ser pasto.
De ser nada.

Lloré al verla ahogarse en sus lágrimas, al tratar de despedirlo con dignidad.
Lloré al ver a su familia abrazarse tratando de encontrar algo bueno en esto.
Lloré al pensar que en un par de décadas seré yo la que entierre a mis padres.
Lloré al pensar que en unas décadas más seré yo la que entierren.
Lloré al pensar en que debo aceptar eso.
Lloré al pensar que la muerte es normal.
Lloré por todo y por nada.
Lloré por este dolor que me mantiene viva aún.
Latente, aquí en mi pecho.

19 julio, 2011

Presagio.


Cada vez que me habla más de su familia encuentro más coincidencias.
Muchas.
Su historia se parece tanto a la de Paula...
Su familia, sus historias, todo.
Pero eso me da un mal presagio.
La familia de mi prima ha sufrido mucho por el que algún día fue 'el hombre de la casa'.
La historia que actualmente ronda nuestras bocas es que realmente cayó en la locura, y que su familia se vio obligada a extirpar la mala hierba de raíz, sacándolo de cualquier círculo al que alguna vez perteneció.
Pero realmente, él no fue sacado de este círculo.
Él se fue.
Un día tomó sus cosas y se fue.
Pero no se fue en silencio.
Se fue quebrando todo lo que ellos tenían.
Cualquier muestra de respeto que pude haber tenido alguna vez hacia él se borró por completo cuando supimos de las atrocidades que aún le hacía a su familia.
¿Cómo puede darse vuelta la chaqueta así?
Los que eran su familia, sus hijos... ahora eran definitivamente sus enemigos.
Hizo todo lo posible por hacerles la vida imposible.
Y aún lo hace.
Pocas veces pienso esto de alguna persona por algún intervalo de tiempo mayor a dos días, pero mi tío es una persona aborrecible, que no merece haber nacido.
Sin embargo, mi presagio, por más mal agüero que parezca, no creo que sea del todo cierto.
Puedo ver que el padre de ella salió mucho mejor parado del embrollo que mi tío.
Por lo menos conserva más cordura que él.
Aún.

17 julio, 2011

Dependiente.


A veces me pareces un chiste.
Me hablas como si tantearas el terreno, intentando saber si estoy enojada contigo por alguna razón, ya que aparentemente no te he puesto la suficiente atención.
Me impresionas bastante.
Trato de pasar estas niñerías por alto, sólo para no manchar la imagen que aún tengo de ti.
Aún me sorprendes.
Y no de la mejor manera, León.

Extraño.


Pasó algo de lo más curioso hoy.
Mi abuelo vino de visita, aprovechando su cumpleaños, y lo celebramos con mi familia.
Salimos a dar una vuelta por la ciudad y entramos a una tienda.
Había bastante gente, pero nadie conocido.
Varias veces vi una figura rondarnos por los lados, pero no me fijé con más detalle.
Finalmente, se puso justo al lado mío, mirando hacia el mostrador, pero casi sugiriendo algo.
Lo miré y no reconocí a nadie, pero al detenerme me di cuenta de que era Lukas.
Dios mío.
Realmente parecía un vagabundo.
Lo miré con las cejas levantadas, entre sorprendida y esperando un saludo.
Volteó y con una cara falsamente sorprendida, me miró.
Me parecía muy extraño verlo allí y que además no pudiera acercarse antes y simplemente saludarme, pero qué va.
Lo saludé con un abrazo y un beso, mirando de frente sus ojos claros brillantes.
Tenía ese brillo en la mirada, como de haber casi planificado el momento.
No sé si fue así, pero incluso mi madre comentó que así parecía.
Pensé algo en mi cabeza, pero no me percaté de que salía por mis labios también, y comencé:
-Te ves....
Él miró con expectación casi tangible.
-...extraño- concluí entre risas.
Él también rió con ganas y repitió:
-¿Extraño?
-Sí...-le contesté, pero se acercó alguien más.
Ya la conocía, pero ella no a mí y él tampoco nos presentó.
Se vio realmente incómodo, como si no supiera de qué manera debía proceder.
Resolvió salir de la situación rápido y dijo:
-Bueno, ya nos vamos, que estés bien -con una sonrisa en sus comisuras, casi silenciosa y cómplice, pero muy honesta.
-Adiós- dije también, con el aliento congelado, en medio de aquella tarde tan helada y extraña de hoy.

02 julio, 2011

Verde.


Si supieras las cosas que piensan de ti.
Me río cada vez me acuerdo.
Las cosas que se imaginan.
Tú y tus ojos verdes relampaguean con cada historia que te cuento.
Tu sonrisa cómplice y tus gestos.
Y me encanta que te encanten.
Realmente escuchas, Bruno.
Te estaba esperando.
Todo es verde contigo.

Posdata.

Acabo de terminar de leer Posdata: Te Amo, de Cecelia Ahern, y no puedo evitar escribir al respecto.
Es una hermosa novela acerca del amor, del luto, de la vida, del trabajo, del odio, de todo. Realmente una hermosa novela. Al terminarla, me embargó una abrumante deseo de llorar. Llorar por horas y horas.

La historia comienza con una palabra simple y a la vez terriblemente compleja: muerte.

Holly era una mujer casada desde hace 10 años con un hombre llamado Gerry.
Se conocieron en el colegio, desde adolescentes, y fueron novios por años, hasta que se casaron al terminar la escuela.
Siempre estuvieron juntos, desde jóvenes siempre fueron inseparables, realmente como la pareja hecha el uno para el otro, fabricados tal para cual.
sus amigos pensaban lo mismo sobre ellos, y no podían imaginarlos de ninguna otra manera.


Para Holly, Gerry era más que su marido.
Era su amigo, su confidente, su amante, su paño de lágrimas, su alma gemela, su todo.
Pero todo cambió cuando a Gerry le encontraron un tumor cerebral, luego de que Holly insistiese en que él visitase a un doctor por sus frecuentes e intensos dolores de cabeza.
Le hicieron dos operaciones para extraer el tumor, pero éste siguió apareciendo y creciendo, hasta que acabó con él.

Holly lo acompañó hasta el último minuto, dejó su trabajo para poder pasar todo el tiempo con él, dedicándose por completo a su cuidado, con la ayuda de sus amigos.
Finalmente, Gerry murió y fue incinerado, como lo pidió. Holly no salió de su casa por dos meses. No podía dormir, no podía pensar con claridad. Perdió totalmente la noción del tiempo; reviviendo su vida con él a cada minuto; alucinando con visiones de él en la casa, abrazándola, hablándole; mientras todo el mundo la llamaba para saber si seguía con vida.

Eventualmente, Sharon, su amiga, va a su casa a llevarle comida para su refrigerador y ayudarle a salir de este interminable trance, pero Holly se sentía realmente muerta. Sentía como si su alma le hubiese sido arrancada del cuerpo, y lo que estaba en su casa era sólo un manojo de brazos y piernas con una bata.
Se aferraba a todo lo que Gerry había tocado, todo lo que había dicho, todo lo que había hecho.
No podía superarlo y no podía dejarlo ir. Todo lo que veía e imaginaba le ardía en la cabeza como sal en una herida.
Sharon entendía, al igual que todos los hermanos de Holly y sus padres, pero notaban que ella se estaba sumiendo en una depresión interminable y enfermiza, y debían sacarla rápido de ahí.
Holly había trazado un plan muy simple: pasar el resto de su vida con Gerry. Sólo que nadie había previsto estas circunstancias.
La historia toma un rumbo interesante cuando Holly recibe una llamada de su madre, diciéndole que hay un sobre en casa dirigido hacia ella.

Cuando Holly lo abre encuentra diez sobres definidos por los siguientes meses del año, hasta Diciembre.
Entonces cayó en cuenta de que Gerry la ayudaría a superar su partida. Sabía lo que cada uno significaba para el otro, en un significado tan puro, tan limpio, lleno de un inmenso amor, tanto así, que Gerry estaba dispuesta a ayudarla incluso sin estar allí.

Holly comenzó de nuevo. Intentó unir los pedazos de su vida según la lista de mandamientos que le dejó Gerry mes a mes.
Tuvo que sacar todas las posesiones de Gerry del apartamento, por petición de él. Despidiéndose de cada prenda, de cada colonia, de cada foto, Holly evocaba cada palabra que habían intercambiado, toda su vida con él volvía a pasar frente a sus ojos interminablemente, en un vaivén entre fantasía y realidad. Tuvo que enfrentar antiguos fantasmas y temores, y de una vez por todas, echarlos fuera, exorcizarlos.

Con el tiempo, las cuentas se acumularon y tuvo que conseguir un trabajo. Con la ayuda de Gerry, consiguió un trabajo que la llenó de júbilo, y terminó por animarla a seguir levantándose cada día, a conocer gente nueva, a abrirse nuevamente, a seguir viviendo.


Aunque por dentro, Holly seguía sintiendo que en el fondo no vivía, sólo sobrevivía.
En el fondo estaba esperando con una rutina tediosa todos los días que su vida se acabara y pudiera reunirse con él. Seguía fantaseando con él dormida y despierta, y no podía evitar tener la horrible sensación de que empezaba a olvidarse de su cara, de su olor, de su risa.
Toda su familia la apoyaba, sus hermanos Richard, Jack, Declan y Ciara, su madre, Elizabeth y su padre, Frank; sus amigas Sharon y Denisse, y sus novios John y Tom.

Holly conoció amigos nuevos, como Daniel, un apuesto hombre amigo de Tom que era dueño de un pub muy popular en la ciudad.
Encontró en él una clase de apoyo que el resto de sus amigos no entendía, ya que él entendía la soledad por la que pasaba Holly, y no la juzgaba por ésta.
Siempre tan caballero con ella, siempre intentando sacarle una sonrisa, siempre él, siempre Daniel.

Gerry preparó para Holly y sus amigas un viaje a España, poco antes de morir. La misma vendedora que le ayudó en su momento a hacer los arreglos para el viaje habló con Holly cuando le contaron meses después del evento. Ambas lloraban al imaginarse a aquel hombre casi inválido que llegó en un taxi a hacerle una sorpresa a su encantadora esposa, ya que para entonces, no estaría aquí.
Holly intentaba levantar cabeza y seguir adelante, pero parecía quedarse estancada en el mismo lugar, mientras sus amigos rehacían sus vidas, y se casaban y tenían hijos, mientras ella seguía siendo la viuda de 30 años, que no podía superar a su marido ni mucho menos buscar otro.


Las cosas fueron asentándose de a poco, pero definitivamente, hasta que llegó un punto cúlmine en el que Daniel decide tomar el toro por las astas y enfrentar a Holly, intuyendo que ella misma sabía lo que Daniel sabía -un enredo, lo sé-.
Holly, quien ya tenía un concepto muy oscuro y bastante culpable de su relación con Daniel -a pesar de que en realidad ellos sólo compartían juntos en cenas debido a que todo el resto asistía en parejas, y se entendían en su mutua soledad, de que hablaban muy frecuentemente, y de que congeniaban muy bien-, ya que no concebía una relación como aquella que no desembocara finalmente en un romance, ya que su mejor amigo de toda su vida había sido Gerry, y él, después de todo, terminó siendo el hombre con quien terminó compartiendo el lecho conyugal por 10 años.
Finalmente, ambos entendieron que su relación era la de amigos, y que habían supuesto que debían definirla como algo más porque el resto de la gente insistía en catalogarlos de esa manera.


Holly debió aceptar el último mandamiento de Gerry:
No tengas miedo de volver a enamorarte. Abre tu corazón y síguelo adonde te lleve... y recuerda, apunta a la Luna...
Posdata: siempre te amaré...



Holly finalmente entendió lo que Gerry sintió. Nunca fue que él no la hubiese querido lo suficiente como para dejarla ir con cualquiera o de manera fácil. Era que simplemente él comprendió que su vida no podía quitarle la de ella. Sabía que ella debía superar esta fase y continuar viviendo, no podía morir con él. Ella fue todo para él, y él estaba consciente de aquello, pero también sabía aunque le doliera, que él sólo fue un capítulo en la vida de ella, y que ella debería seguir viviendo y amando. Esa fue la lección más difícil.

Cada vez que Holly relataba algo de Gerry, la manera en la que disfrutaba sus rutinas, como le llevaba el desayuno a la cama el primer día de trabajo en contraste a la actualidad en la que se encontraba, sola en una casa vacía y silenciosa, las noches en las que se acurrucaban en el sofá tomando vino en comparación a su situación actual de apegarse al sillón sola, pensando en lo que haría con él si estuviese vivo... Lloraba con Holly. Lloraba como Holly.
Quizás soy una tonta por adorar esta clase de historias. Probablemente me hace otra tonta niña cursi y atolondrada, pero la verdad no me importa. Me sigue encantando.
Adoro llorar viendo estas películas, leyendo estos libros. Me siento... en paz.
Dejo esta, una review como pocas, de una de las novelas que más he llorado, y que me ha dado una lección acerca de cómo ver la vida y la muerte, y de cómo afrontar cada una de estas.




Posdata: te amo.