Pasó algo de lo más curioso hoy.
Mi abuelo vino de visita, aprovechando su cumpleaños, y lo celebramos con mi familia.
Salimos a dar una vuelta por la ciudad y entramos a una tienda.
Había bastante gente, pero nadie conocido.
Varias veces vi una figura rondarnos por los lados, pero no me fijé con más detalle.
Finalmente, se puso justo al lado mío, mirando hacia el mostrador, pero casi sugiriendo algo.
Lo miré y no reconocí a nadie, pero al detenerme me di cuenta de que era Lukas.
Dios mío.
Realmente parecía un vagabundo.
Lo miré con las cejas levantadas, entre sorprendida y esperando un saludo.
Volteó y con una cara falsamente sorprendida, me miró.
Me parecía muy extraño verlo allí y que además no pudiera acercarse antes y simplemente saludarme, pero qué va.
Lo saludé con un abrazo y un beso, mirando de frente sus ojos claros brillantes.
Tenía ese brillo en la mirada, como de haber casi planificado el momento.
No sé si fue así, pero incluso mi madre comentó que así parecía.
Pensé algo en mi cabeza, pero no me percaté de que salía por mis labios también, y comencé:
-Te ves....
Él miró con expectación casi tangible.
-...extraño- concluí entre risas.
Él también rió con ganas y repitió:
-¿Extraño?
-Sí...-le contesté, pero se acercó alguien más.
Ya la conocía, pero ella no a mí y él tampoco nos presentó.
Se vio realmente incómodo, como si no supiera de qué manera debía proceder.
Resolvió salir de la situación rápido y dijo:
-Bueno, ya nos vamos, que estés bien -con una sonrisa en sus comisuras, casi silenciosa y cómplice, pero muy honesta.
-Adiós- dije también, con el aliento congelado, en medio de aquella tarde tan helada y extraña de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si vas a dejar un comentario -lo cual dudo seriamente-, no critiques ni insultes mis palabras, o estaré complacida de borrar las tuyas!