Ese mismo día, él lo intentó.
Varias veces.
Entablar una conversación.
Yo simplemente no podía responderle.
No podía.
Él entendía y miraba a alguien más para que le respondieran.
Lo intentó de nuevo.
Esta vez yo sostenía la mano de él, y me miro sólo a mí, recalcando que me hablaba a mí.
Lo intentaba.
La cabeza me ardía, y las palabras de me atragantaban en la garganta.
Él miraba insistente, y yo trataba de escupirlas, cada letra pesaba más que la anterior.
Sólo pude decir monosílabos.
Aparentemente eso le bastó.
Lo intentó más tarde, pero no le dejé.
Lo intentará de nuevo, no se si podré.
Me obligaré a responder.
Esto no puede seguir.
Perdón es perdón.
Y aunque recuerde lo que pasó, y lo que me dijo e hizo, lo perdoné.
Y perdón es perdón.
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