-¿Cierto, Lina?
Mis ojos enfocan un entorno diferente.
-¿Ah?- pregunto desconcertada.
-¿No estabas escuchando?- inquiere ella ofendida.
-Sí, sólo me perdí al final...-traté de repararlo.
-Dije que podríamos hacerlo el martes -repitió ella.
-Bien, quizás me perdí antes -admití.
Ella comenzó de nuevo.
No escuché una palabra.
Trataba de encontrarle sentido a lo que ella decía, pero los sonidos se apagaban y parecía que hablaba en otro idioma.
Sólo veía su expresión, de nuevo enojada, y mis oídos se destaparon.
-Lina...-decía ella en tono bajo.
Yo la miraba tratando de concentrarme.
-Lina, ¿que ocurre?...-me miró preocupada.
Escuchaba claro otra vez.
-¿Ah?-pude articular.
-¿Que ocurre?
-Sólo estoy distraída...tengo sueño- mis ojos buscaban cerrarse.
-Duerme- me dijo mientras me tendía en el sillón y me tapaba.
Mis ojos no tardaron en encadenarse y las imágenes comenzaron a desfilar por mi retina.
Él, tratando de hablar, mi abuelo y el pequeño, y el muerto en su ataúd.
¿Habré hecho lo correcto?
Mis ojos se abrieron de improviso.
Estaba en otra casa, y todos estaban allí.
Él apareció, preguntándome algo.
Yo titubé, y él volteó y le habló a alguien más.
No entendía nada.
Avancé y entré a otra habitación.
Estaba toda la familia llorando, y apareció un párroco con una biblia.
Bendijo el ataúd y se fue.
No entendía nada.
Todo se borró y aparecí en la casa de mi abuelo, y mi madre lloraba viendo a un pequeño de 7 años.
Lo entendí todo.
-¿Cierto, Lina?-dijo ella.
-Estaba distraída.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si vas a dejar un comentario -lo cual dudo seriamente-, no critiques ni insultes mis palabras, o estaré complacida de borrar las tuyas!