20 agosto, 2014

Cínico.


Me recordó tanto a él que comencé a pensar en quién la habrá copiado al otro todo lo que es.
Me recordó la sensación de disgusto silencioso pero feroz que me atacaba cuando hablaba sobre ciertos temas.
Una enmascarada sensación de superioridad, que intentaba ocultar bajo su historia de vida y sus maneras de hablar.
Traumas y encierros que veo escritos en su cara, su ropa, su peinado, sus frases.
Prejuicioso, pero intentando ocultarlo.
Reprobándolo, pero cayendo en el juego.
Cínico sin quererlo.
Pero igual.
Ese juego lo puede jugar más de uno.
Y yo ya me sé las reglas.
No me gusta que me traten por ignorante.
No me conoces.
Ese es el pecado de la gente mayor.
Cree que lo sabe todo y que puede darle sermones a los demás.
Cada quién hace con su vida lo que quiere.
Y sé que en estos mismos momentos dirías, cuando tengas mi edad lo vas a entender mejor.
Cada uno hace lo que quiere es decir nadie tiene porqué decirme qué es mejor.
Tu no naciste sabiendo y todos aprendemos cayendo.
Déjame caer en paz y no me llames ignorante por hacerlo.
Y menos cuando no lo soy.
No sabes nada.

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