26 octubre, 2014

Celosa.


































Creo que él cree que soy celosa.
Que lo espío.
Que me fijo con quien habla.
Que me fijo en qué les dice.
Creo que cree que soy celosa.
Que busco constantemente su atención única.
Que se fije en mí y sólo en mí.
Que me preparo para él, que me visto para él, que me maquillo para él.
Creo que cree que cambié.
Que ya no pienso lo mismo.
Que me arrepentí de lo dicho y hecho.
Que quiero demostrárselo.
Creo que cree que somos eso.
Que somos todo lo que dijimos nunca seríamos.
Que ahora todo está permitido.
Que ahora ya pasó todo lo demás.
Que sólo existe el hoy.

Yo también lo creo.
Aunque sólo lo último.
Y sólo un poco.
Y sólo apenas.
Y sólo a veces.
Aún no me convenzo.


11 septiembre, 2014

Enterrarte.


Mi cara salada.
Siento que llevo días llorando.
Me metí a la ducha para que el calor del agua me calmara y salí con los ojos más hinchados y llorando más que antes.
Este llanto desesperado.
Anhelante.
Largo y tempestuoso.
Cómo decirte que es de ti.
Cómo decirte que esta desesperación es por ti.
No te tengo aquí, cómo decirte.
No quiero enterrarte.
No quiero enterrarte.
Pero por sobretodo, no quiero enterrarte pensando que me faltó tiempo.
Que te desperdicié cuando te tuve.
Cuando tuve el tiempo y yo no estuve.
No quiero, me parte el alma.
Estoy tratando de recoger los pedazos y pegarlos para decírtelo.
Ven conmigo.
Ven aquí conmigo.
Vuelve conmigo.
No quiero que me falte tiempo.
Quiero estrujarte entera.
Todo tu tiempo, todos tus días, minutos y segundos.
Quiero todo.
Ven conmigo, dámelo todo.
No quiero que me falte nada.
No quiero enterrarte pensando que no te dije cosas.
No quiero enterrarte pensando que pude estar contigo.
No quiero enterrarte pensando que no te quise más.
No quiero, por favor.
Dámelo todo, por favor, no se lo regales a la tierra.
Cómo decirte que eres más que lo que eres.
Cómo decírtelo, no te tengo acá.
Ven conmigo, dámelo todo.
No quiero enterrarte.

02 septiembre, 2014

Sangre.


Esta sangre tan espesa y lenta que corre por mis venas.
Grita y empuja pero le cuesta pasar.
Este corazón cansado.
Tiene frío.
Manos frías y frente ardiente.
Se da vueltas en la noche y se queda en vela gritando.
Palpita por todas partes.
Quiere escaparse.
Grita, empuja, salta y corre.
Esta piel no quiere que la toquen.
Todo le duele.

Deja de hacer eso.
Deja de mirarme, me quema.
Cada vez que pasa siento un choque eléctrico.
Me da la corriente.
No puedo dejar de mirar.
No puedo, pero tu sí.
Deja de mirarme.
Deja de quemarme.

24 agosto, 2014

Pedazo.


Que vergüenza admitirlo, pero es verdad.
Cuando te vi ahí creo que morí un poco.
Te miré como tantas veces en la noche y noté que me mirabas con la misma expresión en los ojos.
Querías hacerlo.
Querías que lo viera.
Sí, creo que morí un poco.
Me quedé fumando sentada ahí, esperando a que se pase todo.
Me llovía en la cara y no me importaba.
Seguí fumando, seguí y seguí.
Aspirando todo, como si pudiera devolverte.
Quizás me arrepentí de algo pero ahora ya no.
A veces pasa, a todos nos ha pasado.
Eso ya lo superé.
Lo que sigue aquí en mi retina eres tú.
Que vergüenza, pero es verdad.
Creo que morí un poco.
Encima de todo, perdí ocho meses.
Seguí fumando, seguí y seguí hasta que vino a buscarme.
Nos fuimos. Sin un pedazo.

Esto es tan inútil, sin embargo, no puedo sacarlo de mi cabeza.
Sal de acá, ¿quién te dejó entrar?
Esto es tan estúpido.
Qué vergüenza.
Creo que morí un poco cuando te vi.

20 agosto, 2014

Cínico.


Me recordó tanto a él que comencé a pensar en quién la habrá copiado al otro todo lo que es.
Me recordó la sensación de disgusto silencioso pero feroz que me atacaba cuando hablaba sobre ciertos temas.
Una enmascarada sensación de superioridad, que intentaba ocultar bajo su historia de vida y sus maneras de hablar.
Traumas y encierros que veo escritos en su cara, su ropa, su peinado, sus frases.
Prejuicioso, pero intentando ocultarlo.
Reprobándolo, pero cayendo en el juego.
Cínico sin quererlo.
Pero igual.
Ese juego lo puede jugar más de uno.
Y yo ya me sé las reglas.
No me gusta que me traten por ignorante.
No me conoces.
Ese es el pecado de la gente mayor.
Cree que lo sabe todo y que puede darle sermones a los demás.
Cada quién hace con su vida lo que quiere.
Y sé que en estos mismos momentos dirías, cuando tengas mi edad lo vas a entender mejor.
Cada uno hace lo que quiere es decir nadie tiene porqué decirme qué es mejor.
Tu no naciste sabiendo y todos aprendemos cayendo.
Déjame caer en paz y no me llames ignorante por hacerlo.
Y menos cuando no lo soy.
No sabes nada.

30 julio, 2014

Perdóname.


Siento como si todo entre nosotros se dijera entre líneas.
No decimos nada en todo el día.
Todo está entremedio.
Enredado.
Agarrándose a las palabras que salen de nuestras bocas que en realidad no dicen absolutamente nada.
Se aferran con tanta fuerza.
Clavan sus uñas e imploran ser escuchadas.
Gritan.
Aúllan.
Escúchame.
Nadie dice nada.
Creo que ambos lo sabemos.
¿De qué serviría decirlo?
Probablemente de nada.
Probablemente sería incluso peor.

Siento...
Siento como si siempre estuvieras esperándome.
Pidiéndome.
Rogándome.
Perdóname.
Susurros.
Miradas.
Palabras entre palabras.
Siento que siempre estás haciendo méritos para una segunda oportunidad.
Y es tan tonto porque nunca tuvimos una primera.
Sólo estábamos.
Pero ambos lo sabemos.

Me pides perdón siempre.
Siempre.
Perdóname. Perdóname.
Perdóname.
Ni siquiera sabes por qué estás pidiendo perdón.
Ni siquiera sabes qué fue lo que me hiciste.
Ni siquiera sabes qué fue lo que me rompió.
Ni siquiera sabes cómo fue que se sintió.
No sabes.
Perdóname. Perdóname.

Siempre estamos.
Siempre aquí.
Es siempre un mismo lugar, nunca cambia.
Es un estado donde revoloteamos siempre.
Nunca nos vamos.
Nunca está dicho, sólo estamos.
Siempre lo negué, pero es cierto.
Y aunque nunca lo verbalice, tú lo materializas.
Lo haces desde la nada misma.
Lo sacas de ti.
Esa intuición tuya.
Me encanta.

Nunca lo dije.
Pero tú supiste.
Tú siempre supiste.
Lo leíste y supiste.
Supiste que eras tú.
Me miraste, me dijiste.
Y yo lo negué.
Perdóname. Perdóname.
Te miré a los ojos por un segundo y te dije una mentira.
Me miraste.
Sabías que no era verdad.
Lo sabías.
Me miraste y lo vi.
Tú también te rompiste.
Te negué.
Lo verbalicé.
Salió de mi boca y se materializó.
Todo lo que era aire y posibilidades cayeron al piso.
Cenizas.
Lo negué.
Lo negué.
No. No. No.
Preguntaste de nuevo.
No. No. No.
Me miraste y te rendiste.
Seguirá todo igual entonces.
Nunca fue así.
Seguimos aquí.
En este mismo exacto lugar.
Piso y veo mis propias huellas.
Aquí estuvimos y aquí estamos otra vez.
Aquí. Aquí.
Aquí.
Te veo.
Me miras.
No me mires así, por favor.
Es la misma traición que sentí.
La misma que me rompió.

Tuve que recomponerme porque no podía verbalizarlo ahí, con todos ellos.
Tuve que aparentar que ya sabía.
Tuve que tragarme mi dolor.
Traición.
Ese día lo decidí.
Fue ese día.
Ahí.
Ahí. Ahí.
¿Cómo pudiste?...
Me rompiste.
Tú me rompiste.




26 abril, 2014

Inquieta.


Me siento incómoda.
Inqueta.
Nerviosa.
Siento que sangro por distintas partes.
Varias cosas duelen.

Me cuesta respirar profundamente, me duelen las costillas.
Siento que no puedo abrirme.
Siento que estoy cerrada y conteniendo algo grande.
Demasiado grande para ser contenido.
Necesito darte un poco para que lo guardes tú y yo pueda respirar.

Me despierto en las noches.
Todas las noches.
Apretada.
Revuelta.
Ven, para que pueda decirte.
Ven, acerca tu oído.
Guarda un poco para que pueda dormir.

Me siento observada.
Observada y juzgada.
Sus ojos me pinchan.
Susurran cosas que no son verdad.
Me cansa tener que decir que no son verdad.
No digo nada.
Pero ven para que guardes algo y yo pueda hablar.

Siento que ya acarreas bastante, pero no puedo evitarlo.
¿Quién más puede ayudarme?
Sólo tú.
Por favor, prometo tomarlo de vuelta, pero necesito respirar ahora.
Ven y guarda un poco.
Estoy apretada, nerviosa, sangrando y duele, me pinchan y juzgan, y no puedo decirle a nadie que no es verdad, no puedo ni siquiera respirar.

Ven rápido.

17 febrero, 2014

Ninguno.


No quiero tener hijos.
Creo que acabo de decidirlo.
No quiero ninguno, por favor, no.
No quiero que nadie nunca sienta esta amargura.
No si puedo evitarlo.
Esta decepción... total.
Ya ni siquiera sé si tengo rabia, diría que no.
No sé si es resignación tampoco.
Sólo sé que en este mismo minuto pareciera haberse prendido una luz gigante y aparecido las resoluciones que quizás estaba esperando hace 19 años.
Todo lo que he hecho, he dicho, me has hecho y has dicho ha llevado a estas resoluciones.
No quiero tener ningún hijo.
No quiero nada que pueda asociártele.
No.
Por favor.
Quiero que te vayas.
Ojalá ahora.

Y ahora llega la rabia, pero no contra ti.
Todo eso podría haber pasado más rápido de no haber sido por él.
Ahora sí lo maldigo con todo mi corazón.
Todo esto es culpa tuya.
Qué ingenua al pensar que no iba a ser igual ahora.
Siempre es igual.
Todos los días es igual.

No quiero volver a sentirme así.
Esta decepción total del mundo.
Esto tan profundo.
Se cola en mi piel y me llega a los huesos.
Ya no hay ningún resquicio más.
Todas las oportunidades y muchas más de las que nunca pensé darte vinieron y se fueron.
Ya no queda nadie ni ninguna.

No quiero tener ningún hijo.
Creo que ese es el mejor regalo que puedo darles a ellos.
El no venir ni conocerte nunca.
El no venir ni encontrarse contigo ni nadie que pueda parecérsete.
Ese es el último y más grande regalo, diría yo.
El salvarlos de todo esto.
De ti y de todos.
Toda esta basura, este ruido, gritos, odio, rencor, venganza, dolor y tristeza que reverberan en todas partes, todas las putas paredes de este planeta.
Te hablan de cosas preciosas que son tan escasas que pareciera y estoy ahora casi completamente segura de que no valen la pena en comparación con todo el resto de la miseria del día a día en el trato con los demás.
No lo valen.
Soportar años y años de atrocidades para tener pequeños momentos de felicidad.
No lo valen.
Soy capaz de renunciar a lo que más quiero y respeto en esta vida para terminar con esto.
De hecho, creo que ya he empezado a despedirme.
Esto es, sin duda, la mejor decisión de todas las que he tomado y estoy más que conforme.
No quiero más.
Esto es todo.
El problema se resuelve aquí y ahora.
Y el problema se elimina.

No puedo mirarte a los ojos y decirte que he renunciado a ti para lograr vivir en paz.
No puedo hacerlo porque sé que tú también lo odias a él por prolongar más esto.
Que también quieres irte.
Pero no puedo seguir acompañándote en esto.
No, no puedo seguir contigo.
Discúlpame si me ves como traidora al hacerlo, pero no puedo hacer más que esto.
No voy a volver acá voluntariamente nunca más.
Nunca más, por favor, nunca más.

Tú irás por un camino y yo iré en 180 grados.
No finjas arrepentirte de lo que has hecho todo este tiempo.
Lo hiciste más que a conciencia, por años, porque así es como eres.
Ese eres tú.

No quiero tener hijos.
No quiero ninguno.
Incluso si ya no tienen que verte nunca, no quiero ninguno.
Incluso si no les diriges la palabra una vez, no quiero ninguno.
Incluso aunque no les vaya a hablar nunca de ti, no quiero ninguno.
No quiero ninguno, llévenselos, no son míos.
Llévenselos de aquí y no vuelvan jamás.




04 febrero, 2014

Manipuladora.


No lo dijo así.
Pero sí fue más que clara al respecto.
Yo le dije qué había que hacer y cómo, y él se dio vuelta a hacerlo.
Ella sólo me miró.
Me miró, se rio y puso su dedo índice derecho sobre la palma de su mano opuesta.
Sólo eso.
Siguió mirándome y se rio un poco más.
Luego se fue.
Lo tienes en la palma de tu mano.
Tú dices "salta" y él pregunta "desde qué altura".
¿Realmente me he convertido en eso?
¿Por lo menos contigo?

Sé que una de las razones por las cuales se fijó con tanto empeño es que evidentemente se siente atraída hacia él.
No podría ser más claro si lo llevara escrito en una polera.
Y la verdad es que eso no me molesta ni preocupa.
Porque yo no quiero estar con él.
Ni ahora ni nunca.
Sólo me gusta jugar.
Pero eso es todo. Sólo jugar.
Lo conozco demasiado bien como para ponerme de nuevo en esa situación.
Y por eso puedo decir de verdad que no me molesta.
Pero nuevamente caigo en la pregunta.
¿Me he convertido realmente en eso?
¿Soy una manipuladora?
¿Es eso lo que hago?
Es así, ¿verdad?
No sólo con él.
Carajo.
Es verdad.
No lo hago intencionalmente.
Y tampoco quise hacerlo cuando él vino a mi puerta y me pidió hablar.
Tampoco cuando me dijo que quería irse.
Tampoco cuando me dijo que se quedó por mí.
Carajo.
Esto está mal.
Muy mal.

Perdón.
De verdad, perdóname.
Lo lamento tanto, tanto, tanto.
Tanto, tanto, tanto.